Las siguientes palabras están inscritas
en la tumba de un obispo (1100 d.c.)
en la cripta de la abadía de Westminster:
"Cuando yo era joven y libre
y mi imaginación no conocía límites,
soñaba con cambiar el mundo.
A medida que me fui haciendo mayor y más prudente,
descubrí que el mundo no cambiaría,
de modo que acorté un poco la visión
y decidí cambiar solamente mi país".
Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento,
decidí avenirme a cambiar solamente a mi familia,
a los seres que tenía más próximos,
pero ¡ay!, tampoco ellos quisieron saber nada del asunto.
Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte,
de pronto me doy cuenta:
«Sólo con que hubiera empezado por cambiar yo mismo»,
con mi solo ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y entonces, movido por la inspiración
y el estímulo que ellos me ofrecían,
habría sido capaz de mejorar mi país
y quién sabe si incluso no hubiera podido cambiar el mundo.
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