La madurez no es,
ni el mediodía de la vida,
ni la tarde, ni la noche.
Es la aurora despejando
el regalo de un presente,
con rayos de benevolencia.
Es la etapa de la vida
en que podemos pisar
las tantas hojas caídas
sin hacernos resbalar.
Fruto madurado en huerta
que al caer comprobará
la templanza en una pulpa
que tanto costó abonar.
Pasó la edad del impulso,
la de querer ser lo más,
ahora mantiene al margen
lo que la pueda afectar.
Escalinatas tediosas
que supimos escalar,
con serenidad y esfuerzo
hasta llegar a su umbral.
Por eso es que no comprendo
como falta madurar
a tanto fruto jugoso
perdidos en su ramal.
Frutos mustios en veranos
sin poderla valorar.
La riqueza que ellos tienen,
la pierden en su rabiar.
La madurez vive en almas
que aunque no tengan edad,
la llevan en la conciencia,
actuando con la bondad.
Por ello es que la macero
en cristal de humanidad
y le doy gracias al cielo,
por poderla aquilatar.
D/A