La felicidad no tiene contrapuesto porque nunca se pierde.
Puede estar oscurecida, pero nunca se va porque tú eres felicidad.
La felicidad es tu esencia, tu estado natural y, por ello, cuando algo se interpone,
la oscurece, y sufres por miedo a perderla. Te sientes mal, porque ansías
aquello que eres. Es el apego a las cosas que crees que te proporcionan
felicidad lo que te hace sufrir. No has de apegarte a ninguna cosa,
ni a ninguna persona, ni aun a tu madre, porque el apego es miedo,
y el miedo es un impedimento para amar.
El responsable de tus enfados eres tú, pues aunque
el otro haya provocado el conflicto, el apego y no el conflicto
es lo que te hace sufrir. Es el miedo a la imagen que el otro
haya podido hacer de ti, miedo a perder su amor, miedo a tener que
reconocer que es una imagen la que dices amar, y miedo a que la imagen de ti,
la que tú sueñas que él tenga de ti, se rompa. Todo tiempo es un impedimento
para que al amor surja. Y el miedo no es algo innato sino aprendido.
El miedo es provocado por lo que no existe.
Tienes miedo porque te sientes amenazado por algo que ha registrado la memoria.
Todo hecho que has vivido con angustias, por unas ideas que te metieron,
queda registrado dentro de ti, y sale como alarma
en cada situación que te lo recuerda. No es la nueva situación la que le llena
de inseguridad, sino el recuerdo de otras situaciones que te contaron o
que has vivido anteriormente con una angustia que no has sabido resolver.
Si despiertas a esto, y puedes observarlo claramente, recordando su origen,
el miedo no se volverá a producir, porque eliminarás el recuerdo.
Autor: Anthony de Mello
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