Entendemos la asertividad como aquellas actitudes que se basan en el respeto y en el reconocimiento de los derechos de las personas con quienes convivimos. Por ejemplo; tengo el derecho de no aceptar aquello que no deseo, o a considerar que mis necesidades son tan importantes como las de los demás.
La asertividad entonces radica en la capacidad de defender los derechos de una persona sin violar los mios.
Walter Riso, en su libro “Cuestión de dignidad”, explica que una persona es asertiva cuando es capaz de ejercer y/o defender sus derechos personales, como por ejemplo, decir “no”, expresar desacuerdos, dar una opinión contraria y/o expresar sentimientos negativos sin dejarse manipular, como hace el sumiso, y sin manipular ni violar los derechos de los demás, como el agresivo. Nos señala la asertividad como: una forma de moderación enfática donde se integra constructivamente la tenacidad de quienes pretenden alcanzar sus metas con la disposición a respetar y autorrespetarse.
La conducta asertiva le da cabida a la empatía, porque valida en el mensaje la expresión de sentimientos. No necesita apoderarse de la razón, pretende más bien llegar a la búsqueda de convertirse en un ser razonable.
Por medio de la asertividad le permito a los otros saber cómo me siento o qué es lo que necesito, sin ser agresivo.
Una persona asertiva dice lo que piensa y piensa lo que dice.
La agresividad esta situada entre dos extremos muy peligrosos: la sumisión y la agresividad.
En el extremo de la sumisión, una persona piensa, siente y actúa de manera pasiva. Para estas personas, los derechos de los demás siempre serán más importantes que los propios. Aunque tengan la razón; pueden tener pensamientos irracionales como que si comunican lo que sienten los demás se enojarán, se resentirán, los criticarán y los rechazarán.
Las personas con tendencias sumisas manejan altas dosis de inseguridad, ansiedad, rabia contenida, sentimientos de culpa, falta de logro, tristeza y depresión.
W. Riso cita que estas personas pueden tener conductas externas como: poca expresividad, con frecuentes bloqueos, postergaciones y rodeos de todo tipo, pueden actuar de manera opuesta a sus convicciones e intereses con tal de no contrariar a los otros; su comportamiento hace que la gente aprovechada no los respete.
En el otro extremo tenemos a los agresivos. Aquellos que piensan y sienten que siempre tiene la razón. Los sentimientos de los demás son vistos como una pérdida de tiempo o como debilidad. Son de postura y expresión rígida, como si necesitasen hacerse sentir; siempre los otros son considerados como débiles, permisivos, charlatanes…. Infunden temor pero no respeto.
Conocí a una pareja muy particular: él agresivo y ella sumisa. Desde recién casados empezaron a tener conflictos; sin embargo los conflictos se incrementaron con la llegada de los hijos pues ambos tenían posturas extremas: El disciplinaba fuertemente a los niños porque según su perspectiva ella era débil y permisiva. Ella por su parte consentía a los niños porque ella consideraba que él era en extremo estricto, duro y hasta insensible con ellos. ¿Cómo eran sus niños? el niño estaba copiando el patrón del papá porque éste le decía que en su ausencia él era el varón de la casa y que debía poner orden. La niña era como la mamá, porque a ella le decían que las “niñas lindas” no se oponen, son obedientes, hacen siempre caso, no reclaman, no hacen problema, ceden.
Ambos extremos digo que son peligrosos porque en ambos se invalida el sentimiento. En el caso de la sumisión, el yo se anula; en el caso de la agresividad, se anula al otro.
Creo importante aclarar que la asertividad no debemos confundirla con “desobediencia” porque no tienen relación alguna. La asertividad respeta la puesta de límites sanos y claros. Límites que están acorde con la integridad y el respeto al ser humano, que no comprometen la autoestima de la persona. Establece un balance entre el dejar hacer y el no permitir que se haga nada.
Asertivamente puedo decirle a mi hijo que no estoy de acuerdo con su conducta, o decirle a mi pareja que no voy a permitir un trato humillante.
Un padre/madre que practica la asertividad:
• Establece claramente sus expectativas sin pasar por encima de sus hijos/as.
• Comunica claramente sus deseos y necesidades y está preparado para respaldar lo que dice con sus acciones.
• Acepta sus propios sentimientos y respeta los de sus hijos/as
• Expresa sus sentimientos y permite que sus hijos/as los expresen también.
• Piensa lo que dice, tiene cuidado de no ofender cuando corrige.
• Practica la empatía cuando se pone en el lugar de sus hijos/as cuando expresan sus sentimientos y experiencias.
En una familia en donde se practica la asertividad, siempre hay un momento para escuchar y no hay espacios para los gritos. Se promueve un espacio de democracia en donde se les permite a todos hablar.
Una familia asertiva conoce de sentimientos. Sabe que le enoja a uno, que emociona a otro. Reconocen la tristeza o la decepción. Valoran los espacios en donde se promueve el diálogo. Todos tienen oportunidades.
Es necesario comprender que la asertividad no se trae, se enseña. Aún y cuando en su casa no la practiquen, la pueden propiciar. Las conductas asertivas ayudan a fortalecer la autoestima y la seguridad. No necesariamente va a generar cambio, hay personas que son muy resistentes a las conductas asertivas; sin embargo la ganancia será la expresión del sentimiento.
¿Sabe usted la relación que existe entre la asertividad y el fruto de la benignidad?…. Seguiré desarrollando este tema en una siguiente entrega,
Hasta entonces!
Licda. Tatiana carrillo Gamboa