El rol de una suegra es un arquetipo ancestral que expresa la dificultad que tienen las madres para alejarse de sus hijos y aceptar el ingreso de un extraño en la familia.
La relación madre hijo es de protección mientras viva y entra en conflicto cuando ese hijo o hija ya no la necesita.
Las suegras, inconscientemente y también en forma consciente, ven en las nueras a una rival que le robó a su hijo y creen que jamás la podrá igualar en cuanto a eficiencia en el hogar o el cuidado de los hijos; y en los yernos a un hombre que jamás podrá ser digno de su hija.
Aceptar a un yerno o a una nuera, para una suegra es y será siempre difícil, aún cuando los hijos amen a sus parejas, porque requiere salir de las antiguas estructuras, dejar ir a los hijos y comenzar una nueva vida con su marido como un matrimonio sin hijos, o sola si es viuda o divorciada.
A veces, cuando los hijos se van, la pareja se desintegra, porque se dan cuenta que son dos extraños que no se conocen fuera del rol que interpretaban como padres.
Es cierto que toda mujer se siente descolocada cuando tiene que abandonar un rol y representar otro diferente; por eso intenta de todas formas seguir haciendo lo mismo y tratar a sus hijos mayores como si fueran chicos.
A los hijos también les cuesta desprenderse de los padres, aunque a veces no lo parezca, y hasta pueden hacerles una zancadilla y hacerlos caer en un manejo contradictorio, como pretender tenerlos a su disposición pero sin que los molesten.
Pero una suegra puede salir de ese estereotipo y liberarse, porque la liberación es la salvación de la familia y el final de cualquier conflicto.
Mantener la distancia sin sentir culpa de ambos lados es lo ideal; y si la falta de contacto se prolonga demasiado, pensar que si no hay noticias es porque éstas son sólo buenas.
Una suegra modelo no va a la casa de los hijos si no la invitan y menos se presenta sin avisar primero; y tampoco da consejos ni brinda ayuda si no se la piden.
Es indispensable que aprenda a tener vida propia, intereses personales, nuevas amigas y no pensar solamente en los hijos.
Deberá darle prioridad al marido en todo, porque cuando le da a él el primer lugar desaparecen los conflictos.
El problema para una mujer que ya tiene hijos casados es que no puede renunciar a un rol que ya no tiene y se empeña en seguir haciendo lo mismo.
Cuando los hijos se van, una mujer tiene la oportunidad de empezar de nuevo, puede trabajar en lo que le gusta si nunca lo hizo, estudiar una carrera o terminar el secundario si es lo que desea; aprender un idioma, bailar tango, tomar clases de teatro, conocer gente nueva y participar en un grupo para compartir salidas y paseos.
No necesita que su marido la acompañe a todos lados, ella tiene que tener sus propias amistades y sus salidas, sola; porque no siempre la pareja tiene los mismos intereses y pueden compartir todo.
No puede aferrarse al pasado ni recurrir a viejas fórmulas para seguir viviendo, porque siempre hay que continuar creciendo.
Quererse a uno mismo y cuidarse, no es egoísmo, es lo que siempre se ha postergado o dejado de lado para cuidar a los hijos.
Los hijos, sólo estarán bien si pueden vivir como les gusta y si se atreven a ser ellos mismos sin esperar satisfacer las expectativas de otros y lo único que les tiene que importar a los padres es que sean felices.
Seguramente no harán las cosas igual, pero harán lo que a ellos les gusta, vivirán a su manera y cometerán errores, igual que sus padres cuando eran jóvenes.