Cuando una persona se altera emocionalmente tiende a pensar en forma ilógica; y esta actitud negativa puede afectar su salud física y mental.
Un problema emocional puede producir bloqueo, estancamiento y dificultades para seguir adelante, si se tiene poca tolerancia a la frustración y la tendencia a atribuirse toda la responsabilidad de los hechos.
Una experiencia negativa, que puede ser interna, externa y hasta imaginaria, puede alterar significativamente el estado de ánimo general.
En el momento que se viven esas experiencias el pensamiento comienza a elaborar creencias irracionales que atentan contra el logro de los objetivos propuestos, irrumpen en la mente ideas pesimistas que agrandan los problemas y hacen perder el entusiasmo y surgen sentimientos de desvalorización y culpa que terminan por convencer a la víctima de que nunca podrá alcanzar la meta.
La poca tolerancia a la frustración desmoraliza frente a los fracasos, llena de ansiedad, depresión, vergüenza y dolor por la pérdida y lleva a adoptar conductas derrotistas.
La Terapia Racional Emotivo-Conductual, creada por Albert Ellis, se fundamenta en el principio de que los fenómenos activadores de emociones negativas tienden a enlazarse con creencias irracionales, imaginadas previamente antes del evento, y desencadenan perturbaciones emocionales y de la conducta, y otras alteraciones de la salud.
Este método enseña a transformar una creencia irracional en lógica, permitiendo adoptar otro punto de vista sobre el conflicto y crear una respuesta más saludable.
Frente a la adversidad, la conducta más adecuada es pensar racionalmente y no dejarse llevar por la desesperación, el desaliento o el deseo de abandonarlo todo.
La frustración está implícita en toda iniciativa, pero en lugar de provocar la pérdida del entusiasmo y de adjudicarse todas las culpas, no hay que perder de vista los objetivos y las propias necesidades y deseos.
Es necesario aprender a soportar las situaciones que no nos gustan y que no dependen de nosotros, aceptándolas y estando dispuestos a empezar de nuevo.
Tenemos la oportunidad de intentarlo todo y ese es el desafío que nos proporciona la vida; pero esto no significa que no podemos fallar ni equivocarnos.
Cada frustración exige una reflexión sobre la forma en que se ha vivido esa experiencia para darse cuenta de las ideas que irrumpen en la mente y de esa manera poder dominarse a sí mismo.
Tenemos que saber de dónde vienen esas creencias irracionales, si son para desanimarnos o para colaborar con nuestros proyectos, si son lógicas, si tienen fundamento. Tener la fortaleza de examinarlas para confirmar si realmente no resultan exageradas, porque tal vez, soportar una emoción negativa puede que no sea tan difícil.
Si identificamos los aspectos que amenazan con debilitar nuestros proyectos será más fácil corregirlos y podremos canalizar nuestro desagrado, pena, bronca y frustración en forma más natural y sana.
Las ideas ilógicas surgidas en situaciones límites que no se pueden controlar, tienen consecuencias emocionales muy perturbadoras y producen depresión y sentimientos hostiles que pueden llevar a la violencia.
Una creencia lógica ayuda a tolerar la frustración con mayores recursos, a pensar que no todo está perdido, a aceptar lo inevitable que no depende de uno, a reconocer los propios méritos y a ser más bondadosos con uno mismo.
De nada vale el auto reproche, porque lo que importa es que de los fracasos podemos salir fortalecidos si no nos dejamos abatir y debilitar por nuestros propios pensamientos negativos.