Extraño mal aqueja a decenas de niñas en poblado colombiano
Un adolescente es llevada a un hospital de El Carmen del Bolivar, Colombia, el 5 de setiembre de 2014
Primero sienten frío en los pies y las manos. Luego se ponen pálidas y no pueden moverse. De repente, se desmayan o convulsionan: un extraño mal aqueja a decenas de niñas en El Carmen de Bolívar, norte de Colombia, según sus familiares por la vacuna del VPH.
"Me pusieron la vacuna en mayo, pero en agosto comenzaron los desmayos. Se me durmieron las piernas, las manos no las sentía. Cuando me daba cuenta, aparecía en el hospital", cuenta Eva Mercado, de 15 años, que se desvaneció siete veces el mes pasado.
Como ella, las enfermas en esta localidad de unos 67.000 habitantes ubicada a dos horas al sureste de Cartagena atribuyen estas manifestaciones a la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), que recibieron a partir de marzo en el marco de un plan nacional de inmunización para evitar el cáncer de cuello uterino.
El precario hospital Nuestra Señora del Carmen recibe constantemente niñas inconscientes, llevadas por sus padres en mototaxi por las polvorientas calles sin pavimentar del pueblo. A muchas, los médicos las estudiaron en búsqueda de alteraciones de azúcar en la sangre o hasta consumo de marihuana, sin éxito.
Según el coordinador médico del hospital, Augusto Agámez, unas 370 menores fueron atendidas por estos problemas desde mayo. "No hay diagnóstico ni tratamiento específico. Lo que se hace es apoyo sintomático de la paciente y educación a los familiares de cómo manejar las crisis", señala a la AFP.
Las menores cuentan que, cuando despiertan, las enfermeras les enseñan técnicas de respiración con un guante de látex. También les ponen suero y les dan oxígeno. Dicen que a veces están de a dos en una cama y que hace mucho calor. Una vez estables, salen de alta hasta que aparecen nuevos ataques.
"Ya me llevaron 16 veces al hospital en el último mes", dice Beatriz Martínez, también de 15 años, quien empezó sintiendo dolores de cabeza y columna, y más tarde sufrió desmayos, mareos y dormidera de piernas. Su madre debe ayudarla a bañarse porque no es capaz de sostenerse en pie.
- "No es histeria colectiva" -
El presidente Juan Manuel Santos se refirió al tema el pasado domingo. Aseguró que la vacuna contra el VPH es segura y sugirió "un fenómeno de sugestión colectiva".
Esa afirmación, y los estudios presentados para sustentarla, desataron la ira en el municipio, ya golpeado por acciones guerrilleras y masacres de paramilitares entre los años 1980 y 1990, que dejaron casi un centenar de muertos.
El miércoles, coincidiendo con la visita del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, decenas de pobladores quemaron muebles y neumáticos para bloquear la vía de acceso al pueblo en protesta por la falta de soluciones.
Gaviria prometió un censo de las damnificadas, así como exámenes, atención psicosocial y traslados a Cartagena para una mejor atención. Sin embargo, descartó suspender la vacuna contra el VPH. "No tenemos ninguna razón en este momento para retirarla", dijo.
No todas las que recibieron las dosis están enfermas. Incluso hay un varón que consultó por malestares similares. Pero los padres niegan una psicosis generalizada sin fundamentos.
"No es ninguna histeria colectiva, no es manipulación. Si ves que tu hija presenta esos síntomas desde la vacuna, ¿a qué más se le puede achacar?", se pregunta María Verónica Romero, madre de Vanessa Yepes, de 13 años, que también está enferma y hasta adelgazó.
Muchos insisten en que sus hijas ya no corren ni saltan, ni siquiera salen de sus casas. "Mi niña no es la misma", dice el padre de Eva, Jhon Jairo Mercado, un vendedor ambulante que nunca la había llevado a un hospital desde su nacimiento.
Para él, como para la mayoría de los padres afectados, la situación altera la vida familiar, porque les impide trabajar y deben sortear mil dificultades para que reciban atención.
"Estoy desesperado", confiesa a la AFP William Montes, un campesino que tuvo que cargar en hamaca, desde la montaña donde vive, a dos de sus niñas desmayadas.
Mientras la impotencia y la incertidumbre se apoderan de El Carmen de Bolívar, muchas niñas siguen perdiendo el equilibrio en la calle, el colegio o la iglesia.