Cambiar se cambia, porque la vida es inmensa,
porque la naturaleza es divina y el amor no cansa,
porque se busca la mejoría y se intenta hallarla,
porque el hábito o rutina hacen morir la energía.
Cambiar se cambia, pues la edad no es fija,
pues el tiempo pasa y así nuestra forma de vida,
pues la niñez se lleva pero se vive y no se margina,
pues nos enseña nuestro pasado y lo que se imagina.
Cambiar se cambia, ya que actuar tiene su caricia,
ya que pensar y soñar no son algo que pasen deprisa,
ya que el tratar de llegar a una meta tiene una dicha,
ya que no alcanzar los sueños es seguir una fantasía.
Cambiar se cambia, porque el día y la noche anidan,
porque las horas pasan, y el momento es lo que cuenta,
porque pasar sin actuar es hacer sin huella dejar,
porque no hacer nada es morir por propia voluntad.
Cambiar se cambia, pues la tormenta cesa, el sol sale,
se abren puertas y se cierran otras pues la edad lo hace,
se mejora o empeora si se deja correr el tiempo que yace,
se aprovecha cada instante en dar pasos y no lamentarse.
Cambiar se cambia, sí, pues aunque la desconfianza sale,
aunque el cielo esté gris y la soledad y la tristeza nacen,
aunque no se tenga la fortuna de la paz hallar constante,
se sigue cambiando, pues cada nuevo suspiro, vida adelante.
Cambiar se cambia, pues se llora, se ríe, se despierta,
subyacen penas y alegrías, se siente que es lo importante,
se despierta un nuevo día, se alimenta de nuevo la acción,
mas no haciendo nada, se cambia tan sólo con el corazón.
Autora: Rosa Mª Villalta Ballester