Con el paso del tiempo, de los años, la persona halla la fortuna de determinada manera- Para ciertas personas el ganar dinero, el poseer bienes materiales, le hace inmensamente feliz, aunque no sepa ni cómo disfrutarlos. Hacer viajes, divertirse, …, gastar, …, cualquier cosa externa que le haga abandonar algo tan importante como es acercarse a uno mismo; sin embargo, ¿es real que la fortuna material hace la felicidad? ¿Es el dinero la base de la dicha?
Es indudable que sin dinero no es posible realizar ciertos sueños; pero, es también indudable que hay cosas que son verdaderamente bellas que no precisan de riqueza alguna y que pueden ser el principio del bienestar.
Un amanecer, un paseo al lado de la luna en una noche oscura, el sentir el frescor del aire sobre la piel …, un pájaro, la sonrisa de un bebé, …, en fin, miles y miles de cosas que no requieren de dinero y que pueden acercar a la dicha del bienestar.
La auténtica fortuna es aquella que no requiere de bien material alguno, la que se halla en el fondo de cada uno de nosotros, como la bondad, la constancia, el altruismo, la sensibilidad, el cariño, …, todo lo que hace a los demás y a uno mismo seres humanos que es lo que realmente somos: humanos.
¿De qué sirve la riqueza material a alguien que se abandona a sí mismo con la bebida, viajes, derroche de comida, …? ¿Acaso no es más importante la humanidad, lo esencial del ser humano? ¿Acaso requiere dinero el hallarse a uno mismo? ¿Y la paz interior, no requiere más que de uno mismo y no más? ¿De qué le sirve el dinero a alguien atormentado que no sabe qué hacer con él? ¿De qué sirve tener bienes materiales si no se tiene valor para conseguir meta alguna? ¿Para qué sirve la riqueza material si no se es feliz?
La verdadera felicidad se halla en el interior de cada uno de nosotros, en hallarnos a nosotros mismos, en tener la fortaleza y vitalidad para devolverle a la vida eso, vida. Admiro a las personas altruistas que dejan toda riqueza material y emprenden el valeroso trabajo de ayudar a los demás sin otra finalidad que hacer el bien, sin otra percepción que llenarse ellos mismos de lo que dan. Los admiro inmensamente pues son vivos ejemplos de lo que en realidad se llama fortuna. Dan vida y reciben vida. ¿Qué mejor recompensa?
Ciegos aquellos que se rodean de todo tipo de bien material y no saben ver con sus propios ojos ese amanecer que les despierta, ese sol que les calienta, un árbol con sus pájaros, el mar, el monte, el maravilloso olor tras la lluvia, …, ¡tantas y tantas cosas maravillosas que no requieren sino atención y que no precisan fortuna!
La auténtica fortuna es detenerse a admirar esos bellos y hermosos momentos, vivir cada instante, respirar y sentir el aire que entra a través de nuestros pulmones y utilizar cada uno de nuestros sentidos para lo que se nos ha dado: sentir.
La auténtica fortuna es quererse uno mismo para poder querer a los demás: amar y ser amado, escuchar y ser escuchado, …, acompañar, reír, llorar de emoción, brillar en este universo tan inmenso repleto de cosas que poder admirar.
El mejor capricho podría ser no dejar de sentir cada una de las admirables cosas que nos rodean y que no requieren mas que de nuestra atención.
¡Dichoso todo aquel que tenga esta auténtica fortuna!
Rosa Mª Villalta Ballester