Ante un desafío, sé a Quien acudir. El Cristo en mí sabe que nada es imposible para Dios. Al avanzar, tengo presente que he de comenzar cualquier objetivo con fe. Los deseos de mi corazón siempre buscan expresión. Al orar, libero cualquier idea preconcebida de cómo debe llegar lo que anhelo. Independientemente de lo que surja, tengo fe en que mi mayor bien se está manifestando.

Siento paz y confianza según me dejo llevar por la guía divina que me dirige hacia mi mayor bien. Libero cualquier preocupación sobre los resultados. Me siento seguro y sustentado por la gentil y amorosa presencia sagrada que mora en mí. Tengo presente que Dios se expresa en mí y como yo para fomentar y establecer el bien.

A medida que me establezco en el nuevo año, contemplo y acojo nuevas posibilidades, ya sea en el trabajo o en la vida familiar. Todo buen cambio me brinda la oportunidad de ir más allá de mi zona de comodidad. En mi alma se encuentran la energía y el poder que me llevan hacia adelante con arrojo.

Demuestro valentía cuando digo sí a un nuevo proyecto o un nuevo camino. Hago uso de mi fortaleza y determinación internas para ampliar mis horizontes. Con el corazón abierto les doy la bienvenida a experiencias nuevas y positivas. Afirmo mi bien sabiendo que el camino ante mí está iluminado por la luz divina. Le doy la bienvenida a lo desconocido con entusiasmo y lo bendigo con amor. ¡Yo soy valiente!

Anaïs Nin escribió: “Cada amigo representa un mundo en nosotros, un mundo que posiblemente no ha nacido hasta que ellos llegan, y es solamente por esta unión que un nuevo mundo nace”. Cada persona que conozco ha sido bendecida con diferentes talentos, intereses y puntos de vista; y todos ellos tienen la capacidad de expandir mis horizontes y abrir mis ojos a nuevas formas de ser.

Cada vida que toca la mía tiene el potencial de despertar aspectos de mí mismo que aún me quedan por descubrir. Aprecio la variedad de expresiones de Dios en mi vida. Atesoro a amigos de toda la vida junto con los nuevos conocidos. Veo a cada uno de ellos como una bendición y un regalo, porque me permiten ver el mundo de nuevas y maravillosas maneras.

Tengo el poder dentro de mí para conducirme a transformar mi vida. Donde quiera que esté en mi viaje, puedo alinear mi mente con la Mente divina. Al hacerlo, reclamo poder espiritual. Como nuestro fundador de Unity Charles Fillmore escribió: A la humanidad se le da “el poder más alto del universo, el poder consciente del pensamiento”. Esta es mi herencia divina.

Me siento bendecido por esta idea, y elijo servir a otros desde esta conciencia. Cada uno de nosotros puede reclamar el poder de la maestría y el dominio. Si estoy sirviendo en un rol de líder, como gerente, supervisor o padre, permito que estas palabras de verdad pasen de mi mente a mi corazón: hay solamente un poder en el universo, y somos uno con todo lo que existe.

Cuando todas las partes de mi ser trabajan juntas en armonía con Dios, toda mi vida reverbera como una hermosa canción. Independientemente de las condiciones externas, me mantengo en sintonía con el Espíritu y conectado con mi salud innata y mi bienestar. Si me siento mal, me concentro en la sanación y recuerdo que ya soy completo por mi unión con Dios.

La plena salud es mi estado natural, y la sanación es el movimiento en la dirección de mi auténtico yo. Dejo ir lo que no soy y lo que no fomenta mi bien. Niego el poder de cualquiera de mis pensamientos que no estén en armonía con la Mente Divina, y uso afirmaciones para ayudar a alinear mi ser con el Espíritu. Estoy en armonía con Dios y estoy sanando.

El amor de Dios fluye libremente hacia todos. Sin embargo, sólo cuando perdono puedo experimentar plenamente Su amor. La fundadora de Unity Myrtle Fillmore escribió: “El perdón es el arte de poner algo nuevo en el lugar de lo perdonado”; de acoger “el conocimiento positivo de la Verdad del Ser”.

Cuando recuerdo un incidente en el que me sentí herido, tengo presente que no necesito cubrir lo que ocurrió o dejó de ocurrir. Lo que necesito hacer es liberar el recuerdo y enfocarme en la Verdad eterna: cada persona ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, independientemente de lo que haya hecho o haya dejado de hacer. Incluso si mis sentimientos acerca del incidente tardan en cambiar, mi acto de perdón ya está completo.