El comunicado público del padre Rafael Garrido (S.J.) en nombre de la Compañía de Jesús de Venezuela con respecto a expresiones del también sacerdote jesuita Numa Molina acerca de las personas que ingresan por vías ilegales al país (las llamadas “trochas”) en medio de esta terrible pandemia preocupan porque pudieran dar pie a relativizar el terrible riesgo que esta práctica ilegal puede generar a quienes así ingresan, a sus familiares, vecinos y a todo el país (incluyendo a los religiosos, médicos, enfermeras, etc que los atiendan).
Quien esto escribe tiene casi 20 años trabajando en temas de cuarentenas internacionales y protección sanitaria de fronteras.
Podemos decir que todo ingreso de personas y cargas constituye un riesgo, incluso en condiciones normales.
En casos como el actual, en medio de esta pandemia, es imprescindible para las autoridades sanitarias minimizar el riesgo para todos. Si bien el riesgo cero lamentablemente no existe, es importante conocer el riesgo para poder manejarlo.
Padre Garrido, los comentarios del padre Molina son acertados.
Toda persona que ingresa por vías irregulares puede constituirse en una vía de ingreso descontrolado de la enfermedad.
No importa si es intencional o no, el contagio es el mismo. En este sentido es equivalente al ingreso de un arma biológica, aunque quien lo hace no lo sepa y ponga en riesgo su propia vida y la de su familia.
Es curioso que otros religiosos y sacerdotes utilicen las redes para sembrar odio y eso pase desapercibido, mientras la sana advertencia del padre Molina (aunque no nos guste la palabra “trochero”) sí genera un oportuno escándalo, políticamente hablando.
Para terminar, yo también soy católico. Por si acaso.