El árbol llorón - Andalucia te Abraza

Yelian9

El árbol llorón

Había una vez un campo muy grande que estaba lleno de
todas clases de plantas y de árboles de todas clases.

Cerrad los ojos e imaginad el paisaje. Decidme que
árbol os gusta.

Pues allí en ese campo, todos los árboles y las
plantas estaban contentos, menos un árbol, estaba muy
triste y lloraba, lloraba.

¿qué te pasa?- le dijo el manzano
-Es que no se quien soy.
-Mira, cierra los ojos y esfuérzate un poco y verás
que hermosas manzanas te salen, como yo.
El árbol hizo como el manzano le dijo, pero no
salieron manzanas.

No le hagas caso,-le dijo el rosal- lo mas fácil es
tener rosas, cierra los ojos, y cuando los abras,
lindas rosas te saldrán.

Pero el árbol hizo como le dijo el rosal y ninguna
rosa le salió.

El árbol lloraba y lloraba y no tenía consuelo. Todos
los árboles le decían sus consejos y presumían de sus
frutas, pero el árbol no tenía consuelo.

De pronto, un ave muy sabia, el búho, le vio llorando
y se posó en sus ramas.

¿qué te pasa árbol?

Que no se quien soy. Todos los árboles del campo
tienen frutos y saben quienes son, pero yo no.

Vamos, deja de llorar, no hagas caso a tus amigos, Tu
tienes que preguntarle al amo del campo. Cuando le
veas aparecer, pregúntale, pues fue el quien te
plantó. El te lo dirá.

-Ah, si-dijo el árbol- Es un noble que a veces se
pasea x aquí, le preguntaré, gracias.

Pocos días mas tarde, a la puesta de sol, el amo se
paseaba x su campo, oliendo con deleite sus rosas,
comiendo una fruta de cada árbol, disfrutando de sus
árboles y plantas.

Mientras lo hacía, el árbol pensaba, ¿qué daría yo x
ser un rosal para deleitar a mi señor?, ¡Como me
gustaría tener fruto, sea manzana, pera o melocotón,
para dárselos a mi amo?

De pronto, el noble se detuvo ante el árbol
confundido.

-Perdóname Señor-le dijo- yo no tengo fruto que darte,
ni manzana, ni pera, ni plátano, ni melocotón, si lo
tuviera te lo daría con amor, pero no se quien soy, si
tu lo sabes, dímelo, te lo ruego.

-No tengas envidia de tus amigos xq dan fruto
Tu eres un majestuoso roble, Aún eres pequeño, pero te
harás mayor y las aves del cielo se posaran en tus
ramas, serás hermoso y darás sombra al viajero
cansado. Para eso te planté. Cumple pues tu misión.

Dicho esto, el amo se tumbó bajo su sombra a descansar
un rato.

Una sonrisa se dibujo en el árbol confundido, ahora ya
sabia quien era, era un roble,
Ya no tuvo envidia de los frutos de los otros
árboles, pues ya tenía algo que ofrecerle a su amo. Su
cobijo.

A partir de entonces la felicidad y la paz reinó en el
campo de los árboles.

Ahora yo me preguntó:

¿Cuántos “robles” no se permiten crecer a si mismos
porque creen no tener nada que dar?

¿Cuántos “rosales”, por miedo, solo dan espinas?

¿Cuántos “naranjos” no saben florecer?

¿Cuántos “limones” quisieran ser “fresas”?