Más allá del dolor, más allá de la soledad,
más allá del temor, se encuentra el corazón encogido,
temblando y preso, pero siempre,
por más profundo que sea el dolor,
por más grande que sea el temor,
por más obscuro y complicado que sea el problema,
existe una rendija por la cual puede
llegar a penetrar la luz del espíritu