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Reflexiones: Con Cristo rendimos culto al Padre
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De: conmariano  (Mensaje original) Enviado: 04/06/2010 10:28

Actitudes y gestos litúrgicos | 1 de junio de 2010

Con Cristo rendimos culto al Padre


Por Celia Escudero Celia Escudero


Lic. en Teología, docente y liturgista


liturgia@san-pablo.com.ar


Artículos publicados: 6

Al estar próxima la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, es bueno tener presente, que más allá de las distintas devociones de la Iglesia con respecto a este Sacramento, lo central es la celebración litúrgica de la Eucaristía.

Esta fiesta surgida en la Edad Media tiene sentido en tanto y en cuanto no olvidemos, que la celebración litúrgica es el origen y el fin de la misma. Lo que realmente afecta nuestra vida, es nuestra participación litúrgica en la misa, ya que en ella y a través de ella rendimos, culto a Dios, al hacer memoria del único sacrificio salvador que es el de Cristo. La misa, al ser memorial de la muerte y resurrección de Cristo, hace presente la salvación que él no alcanzó con su Pascua. Cada vez que la Iglesia celebra la misa nos acercamos a Cristo que nos salva y nos permite entrar en comunión con Dios Padre y el Espíritu Santo por su mediación, a la vez que nos une a los demás creyentes de toda la Iglesia. Por lo que la eucaristía significa para nuestras vidas, es que surgen distintas formas de devoción, fuera de la misa.

Nunca las devociones pueden suplantar a la Liturgia, aunque si pueden ayudar a profundizar en su sentido y ser una forma de oración, de alabanza, una manera de dar gracias por el amor de Dios manifestado y presente en Cristo.
La Eucaristía como verdadero misterio de fe, nos exige profundizar en nuestra manera de vivirlo, recordando que en nuestra celebración participamos, ofreciendo nosotros también nuestra vida, ya que todo lo que tratamos de ser y vivir, fundados e inspirados en el evangelio, es en palabras de San Pablo “culto espiritual” Rom12, 1. Nuestra vida cotidiana, nuestras responsabilidades familiares, profesionales, laborales, como ciudadanos, en el intento de vivirlas lo mejor que podamos, son culto a Dios, que cada domingo podemos ofrecer junto con Cristo. “Anunciamos su muerte y proclamamos su resurrección hasta que El vuelva” no solo con las palabras, sino fundamentalmente con nuestra vida que las ratifica.

Todo esto es posible, porque no debemos olvidar que nuestro sacerdocio bautismal lo ejercemos de esta manera. El seguimiento de Cristo abarca toda nuestra vida, ya que el quiso asociarnos a la construcción del Reino no sólo para que fuéramos buenos. A través de nuestra vida, empeñados en lograr un mundo mejor, en especial, para los más necesitados y abandonados, tratemos de mostrar que muchos caminos están equivocados, alejados del proyecto del Padre.

Si se descubre la misa como un encuentro con Dios, en el que tengo algo propio para ofrecer, reconociendo que gracias a mi comunión con él lo he logrado y sabiendo ser agradecido, tal vez la eucaristía de cada domingo tendrá mayor pero en nuestra vida.



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