Actitudes y gestos litúrgicos | 15 de junio de 2010
Hacer silencio, rezar, participar
Por Celia Escudero Celia Escudero
Lic. en Teología, docente y liturgista
liturgia@san-pablo.com.ar
Durante las celebraciones de la misa dominical, hay veces en las que observando las actitudes de algunas personas, hace que uno se distraiga sin querer, porque resultan bastante chocantes.
Mientras esperamos que comience la celebración, muchos, hablan entre sí, como quien está en una visita o en la feria. Los que quieren rezar, intentan hacerlo. Muchas veces, la persona que guía, antes de leer la introducción, no piensa en invitar, de buena manera, con tono convincente, a que todos hagan silencio, se preparen para la celebrar, se para frente al micrófono, lee y nada más.
El hacer silencio, el prepararse, no es una formalidad, es una necesidad, para poder participar verdaderamente.¿Nos preguntamos acaso, cuáles son los acontecimientos de nuestra semana por los que queremos dar gracias, por quiénes vamos a rezar, nos damos cuenta de que en el ofrecimiento de Cristo, nos ofrecemos también nosotros, nuestra vida, nuestra persona?
A lo mejor no se sabe, que todo lo que se dice y hace en la celebración, es oración. La posición de nuestro cuerpo, sea sentados, de pié, arrodillados, es también parte de nuestra oración, pues debería indica nuestra vivencia de ese momento, no es algo que pueda ser automático. Las respuestas al sacerdote que preside, son oración, las oraciones que él pronuncia, todas, si prestamos atención, están formuladas en plural. El sacerdote preside una asamblea que revela y manifiesta la presencia de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios, una Iglesia que es sacramento de salvación. Todos los que componen la asamblea, con su presencia consciente, sus gestos y palabras, están ejerciendo su sacerdocio bautismal, por lo tanto, a su manera son celebrantes, no simples concurrentes, presentes en un acto. El sacerdote reza en plural, porque asume la oración de todos, ofrece el sacrificio del Señor, en nombre de la Iglesia allí presente, a favor de todos los hombres, no a título personal.
En la medida en que participamos profundamente, hacemos nuestras las palabras que se van pronunciando, y de a poco nos podemos compenetrar, del sentido de las palabras que escuchamos, y podemos identificarnos con ellas. Esto nos ayuda a entender mejor lo que celebramos, nos ayuda a crecer en nuestra manera de participar, vivir la misa, entender lo que estamos haciendo. Revisemos nuestra manera de participar en la celebración de la Eucaristía.
Entendamos que la fe cristiana no puede ser algo individual. Es personal, pero comunitaria.Aprendamos a prestar atención a todo, a ser conscientes de que estamos rezando y que también lo hacemos aunque en algún momento no seamos nosotros los que pronunciemos las palabras, ya que en ese momento lo hacemos como Iglesia que somos. Participar de la misa es algo que debe cambiarnos interiormente, y ayudarnos a vivir cada vez mejor la fe que decimos profesar( Fuente San Pablo online)