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La devoción a la Santísima Virgen: Nuestra Señora de la Guardia, Italia ( 29 de agosto)
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De: conmariano  (Mensaje original) Enviado: 24/08/2012 12:24

Nuestra Señora de la Guardia, Italia ( 29 de agosto)

Un humilde pastor cuidaba su rebaño cerca de Génova cuando repentinamente se le apareció la Madre de Dios para ordenarle que le construyera un santuario sobre el Monte Figogna. Según la tradición, el hecho aconteció el 29 de agosto de 1490

El vidente, Benedicto Pareto era un humilde campesino de Livellato, un pequeño pueblo del valle de Polcevera, próximo a Génova, donde vivía con su esposa y sus dos hijos, Bartolomé y Pascual.

El monte Figogna, que se eleva cerca de 800 metros sobre el nivel del mar, domina el valle Polcevera, el más industrial valle de los alrededores de Génova, donde están instalados hoy numerosos establecimientos de petróleo. En los tiempos de las apariciones, el valle entero era predominantemente habitado por campesinos y modestos artesanos.

LA APARICIÓN

En la parroquia de Livellato y precisamente en la localidad dicha “Paretti”, se había formado un antiguo núcleo de familias, que de la localidad, tomaron el apellido Paretto.

A una de ellas pertenecía el humilde campesino llamado Benedetto, que vivía en la segunda mitad del siglo XV, y cuyo nombre está indisolublemente ligado a Nuestra Señora de La Guardia. El era un hombre simple, trabajador y piadoso, estimados por sus copaisanos, y sobre todo querido por Dios y por su Sma. Madre.

Tenía mujer -de la cual ignoramos el nombre- y dos hijos: Pascual y Bartolomeo. Fue en el monte Figogna que se le apareció la Virgen María.

Pero el gran acontecimiento, el más grande que registra la historia de Génova cristiana, no poseemos un relato sincronizado. Sin embargo, los documentos y las pruebas del hecho son tales y tan simples que lo rinden absolutamente cierto.

La narración más antigua de la prodigiosa aparición es la de la célebre “Memoria” del año 1530.

Este documento dice encontrarnos cerca del año 1490 Benedetto Paretto sobre el monte Figogna trabajando, mientras esperaba que le trajesen de su casa algo de comer alrededor de las 10 hs. de la mañana, se daba vueltas de vez en cuando para ver si venía alguno; y he aquí que vio improviso una majestuosa Señora que, por la belleza de su rostro, la dulzura de sus modos, el esplendor sobrehumano que la circundaba, no se manifestaba como un personaje de la tierra, sino como Reina del Cielo.

Es fácil imaginar el estupor de Benedetto ante esa aparición porque siempre tal es el primer efecto que producen en los mortales las visiones celestes.

Pero la Beata Virgen lo confortó diciéndole dulcemente “No temas, oh Benedetto. Yo soy María, la Madre de Jesucristo” e, indicándole con la mano al sitio, le dijo: “Yo quiero que tú me hagas fabricar una Capilla” .

“Señora, -replicó Paretto-, yo estoy listo a hacer todo aquello que me encomendares, pero soy tan pobre, y fabricar sobre este monte tan alto y tan desierto, llevará tanta fatiga y tanto gasto que yo espero poder hacerlo” .

“Benedetto, -replicó María- no temas; con mi ayuda te será fácil cada cosa” .

“Y bien, -concluyó Paretto- en Vos confío, oh, mi Señora, pondré manos a la obra encomendada” .

Y la Virgen, alzándose hacia el cielo, dejó el alma de Benedetto plena de celeste consolación. Solamente deseoso de hacer conocer a todos la celeste aparición, bajó rápidamente del monte hacia la propia casa.

Pero su mujer, al oír aquello que de la aparición contaba su marido, por incrédula lo escarnió. Y Benedetto, por este escarnio quedó tan abatido y humillado, que no osó hablar más de esa aparición.

Un día Benedetto, al ir hacia el trabajo, subió sobre una higuera para desayunar. La rama sobre la cual tenía el pie se rompió, y él se cayó a tierra, quedando tan mal de esa caída que fue llevado en brazos por otros hombres a su propia casa, y los médicos lo dieron por muy grave. Y el pobre pensaba en prepararse con los actos de religión, al último pasaje, y se condolió de no haber obedecido a la Reina del Cielo, y en aquella caída reconoció el castigo de su desobediencia.

“Pero la Piadosa Madre celeste se le apareció una segunda vez cerca del lecho, y dulcemente reprochándole su desobediencia le recordó la orden de hacerle la capilla, y partiendo lo dejó perfectamente sano”.

Hasta aquí comenta lo antedicho la citada “Memoria”.

La curación instantánea, que tuvo tantos testimonios, cuantos eran aquellos que lo habían visto enfermo, o habían escuchado hablar de él, por lo tanto todo el pueblo fue la prueba tangible de la doble aparición y dio crédito a la palabra de Benedetto. Por lo cual esta vez le fue favorable no sólo callar a su mujer, sino tener ayuda de brazos y dinero para fabricar la Capilla, que pronto se comenzó y se condujo a término.

La segunda parte de la Memoria es la confirmación del hecho de la aparición con otras particularidades sobre el origen del Santuario, hecho sobre el testimonio de tres hombres interrogados a propósito. Dichos hombres Nicheroso Parodi, Bartolomeo Piccalunga y Franco Venando, respectivamente de Cesino, de Morego y de Livellato, todos entre 85 y cerca de 99 años de edad, los cuales declararon haber visto y conocido a Benedetto Paretto, que andaba recolectando limosna por todo el valle, diciendo querer edificar una Capilla en honor de la Virgen, de la cual decía tenía orden de hacer…

EL POR QUÉ NUESTRA SEÑORA DE LA GUARDIA

El nombre de la advocación ciertamente no se lo ha dado la Virgen en su aparición a Benedetto Paretto: ¿De dónde, pues, tuvo origen?

Es preciso saber que era uso antiguo cerca de los griegos y los romanos y otros pueblos colocar sobre los montes, especialmente a lo largo del litoral, puestos de guardia o semáforos, los cuales deberían señalar el avecinarse de los enemigos en tiempo de guerra, o también de naves infectadas en tiempos de epidemia. De estas guardias derivó el nombre de “Guardia” al lugar mismo donde éstos se colocaban, y por lo tanto se designaban aquellos lugares “Cabo de la Guardia”, “Monte de la Guardia”, etc.. El cual puede haber sido también el nombre dado al monte Figogna, dada su posición eminentemente estratégica y consiguientemente al Santuario en él eregido.

Pero la razón principal de este título aplicado a la Virgen debe ser buscada en la fe del pueblo cristiano, el cual es llevado como instintivamente a ver la Santísima Virgen como la personificación de la protección, defensa, guardia, en todos los peligros. Por lo tanto, sabemos que este título fue dado de tiempo antiquísimo a la Virgen y no nos maravillaría que la misma Virgen aparecida sobre el Figogna se haya dado este bello título, que encontramos en los documentos más antiguos: el analista Mons. Giustiniani, en 1535, la indica “Nuestra Señora de La Guardia”, y en un acto de 1574 leemos “Iglesia de la B. V. del Figogna o como vulgarmente se dice, de La Guardia”.

Y la Virgen mostró con los hechos ser verdaderamente guardia y protectora del pueblo genovés. Lo salvó de hecho desde el inicio, de la herejía luterana, que infectaba toda Europa con inmenso daño de las almas, mientras Liguria, no obstante el contacto continuo de Génova, son los herejes de más allá de los Alpes, que la frecuentaban por razones de comercio, fue totalmente inmune. Y así siempre en el curso de los siglos N. 5. de La guardia fue defensa, la guardia, el refugio de los genoveses en todos los peligros, en todas las necesidades, como atestiguan los votos y péndulos del Santuario, y la voz unánime de sus devotos.

LA CONSTRUCCIÓN DEL SANTUARIO

Con la ayuda de sus hijos y el vecindario, Benedicto comenzó a construir la capilla, tarea a la que se sumó la familia Ghersi, aportando una importante suma de dinero y una bella imagen de mármol para el altar, que representaba a Nuestra Señora con el Niño en brazos.

Cuando el templo estuvo terminado, comenzaron a acudir los fieles en gran número.
Sin embargo, poco después se pudo comprobar que no era suficiente para tantos, razón por la cual, se decidió levantar una iglesia mayor, capaz de recibir a las grandes multitudes que llegaban permanentemente del norte de Italia y de la misma Francia.

Este Santuario está construido sobre el Monte Figogna, cerca de la ciudad de Génova. Entre los Santuarios que entornan la ciudad de Génova, casi todos dedicados a la Gran Madre de Dios, aquel de La Guardia fue definido por Benedetto XV: “El Santuario príncipe de la Liguria tierra”.

De la cumbre del Figogna, dicha también “de La Guardia”, se domina un sugestivo paisaje que degrada hacia el mar. En los días más límpidos, los tripulantes de las naves, que llegan de todas partes del mundo, pueden vislumbrar en alto el Santuario, faro luminoso para las almas en busca de luz y guía.

La primera construcción del santuario pertenecería al siglo XIII, aunque el primer documento que lo menciona es del año 1528, dado el hallazgo casual, según cuenta la tradición, de una estatuilla de la Virgen que probablemente había sido ocultada durante la época de las invasiones bárbaras. Entre 1715 y 1718 se realizó una ampliación.

La fachada es muy elegante, con un pórtico sostenido por cuatro columnas. El interior, con frescos de los hermanos Avondo, del siglo XIX, está coronado por bóvedas vaídas y cubierto por cuadros votivos y manifestaciones de la fe popular.

Son dignos de notar los tres altares de madera del siglo XVIII y la estatua de la Virgen milagrosa sentada con el niño (siglo XIV). En el antepecho interno de la fachada, a la izquierda, hay una piedra ovalada que sirve de limosnero; tiene grabada la sigla IHS y el escudo de los Vallaise.

En la plazoleta delante de la iglesia hay una bonita fuente con columna, con un mascarón de 1642 y una pila excavada en un único bloque de piedra. Detrás de la iglesia están el campanario y la casa de los peregrinos, con un elegante soportal con vista a la llanura.

LA DEVOCIÓN POR EL MUNDO

La devoción a Nuestra Señora de la Guardia se difundió por el valle de Polcevera primero, por la Liguria después y finalmente por toda Italia, convirtiéndose en la advocación preferida de los antiguos navegantes genoveses.

En 1915 el Papa Benedicto XV elevó el Santuario a Basílica Menor mandando además, colocar una imagen de la Virgen de la Guardia en los jardines del Vaticano.

Desde el monte Figogna, la devoción se expandió por el mundo siendo de destacar los santuarios del Piamonte, América y África pertenecientes a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, fundada en Tortona.

En la Argentina, San Luis Orione en persona atribuyó a un milagro el que Monseñor Francisco Alberti, Obispo de La Plata, le concediese la abandonada iglesia de Victoria, en el partido de San Fernando, para iniciar desde allí su apostolado.

“Vine a la Argentina a levantarle una iglesia –exclamó al ver la imagen de la Virgen genovesa sobre una caja de madera, a un costado del altar – pero ella fue mucho más diligente y me la entrega hecha”.

La advocación a Nuestra Señora de la Guardia llegó a Bernal en 1891. Cuatro años más tarde se bendijo la capilla que en 1914 se erigió como Parroquia atendida por los Salesianos de Don Bosco. El 7 de septiembre de 1986 el Obispo de Quilmes, Monseñor Jorge Novak, declaró a Nuestra Señora de la Guardia patrona principal de la ciudad de Bernal.

En 1990 Monseñor Giovanni Canestri, Arzobispo Emérito de Génova, puso bajo su auspicio la misión diocesana que dos años después se puso en marcha en el barrio de Guaricano, Santo Domingo, República Dominicana.

Todos los 29 de agosto la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Guardia, patrona de Génova, fecha en la que, según la tradición, se produjo su aparición en los alrededores de Livellato.



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