Lapislázuli
Fría la voz de tacto y vigilia; las manos, bogando entre azaleas; el alma, en la deriva del llanto; cegados los ojos con alburas y la voz talada en su garganta; más allá del perfecto delirio, el amor iridiscente yace empapado de áridas cenizas que la mar en sus uñas esconde. Ya la luna desnuda al invierno desdoblando oscuras palideces. Ya el deseo marchita sus senos en silenciosos acantilados, yertos, malheridos en su adarce. Llantos aciculares perecen en aras de un ídolo imposible. Allí donde el huracán fornido somete paisajes inmaduros donde las ideas andan libres por intimísimos pensamientos, libres de la afonía obsesiva que abate a la naciente palabra…. Allí mi llanto-de azul silencio- lamina silencio lamina con sus lenguas de fuego las breves inocencias del aire. Ni la rígida paz del azogue; ni la opulenta sombra abdicada -jadeante, ungida con azahares-; ni los desgarros de la apariencia ávidos de amor desvanecido… Nada, salvo la lenta hojarasca, difumina su tiempo en el bosque. Ya la eternidad de azul esculpe vaga sombra con remota espuma. Ya un alba de jaspe regresado hace de mi áspera soledumbre ilusión de voz imaginada. En el deseo-leño impaciente-, siempre te encuentro fresca e intocable como labios de un sol extenuado. (Sombra y silencio eres de un instante) Y el sosiego hallaré entre las prímulas y las verdes lluvias de la espera: que un sueño muere con otro sueño; y un amor, con su imposible OLVIDO.
Antonio Pascual Alcaide
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