
Romance de Gerineldo
-¡Benerardo, Benerardo, mi camarero pulido, quien te pudiera tener dos horas en mi castillo! A las diez se acuesta el rey, a las once está dormido, a las doce, Benerardo, yo te espero en el castillo, con zapatillas de seda, de modo de no hacer ruido. Al dar un golpe en la puerta: -¿Quién será ese atrevido? -Soy, señora, Benerardo, que vengo a lo prometido. Se besaron, se abrazaron, Y se quedaron dormidos. El rey como de costumbre, paseaba por el castillo; al pasar por las alcobas se los encontró dormidos. -No los materé esta noche, porque están en sueño vencido; pero mañana a las doce serán esposa y marido. Se despierta la princesa, y Benerardo dormido: -¡Despiértate, Benerardo, mira que estamos perdidos, y si lo quieres creer la espada está de testigo! ¿Por donde irás ahora que no seas conocido? Ve por el jardín del rey Pisando rosas y lirios. Al bajar las escaleras se encontró con el rey mismo; -¿Dónde vienes, Benerardo pálido y descolorido? -Vengo de vuestro jardín de coger rosas y lirios. -No me mientas, Benerardo, ¡con la princesa has dormido! -Mátame, mi señor rey, que lo tengo merecido! -No te mato, Benerardo, que te crié desde niño; pero mañana a las doce serán esposa y marido. -¡Eso no, mi señor rey, que lo tengo prometido de no casarme yo nunca con damas que haya dormido!
Romancero Español

|
|