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Matilde Alba Swann
Nochebuena
El fósforo, en la temblorosa manecita sucia, enciende la hoguera de un cohete travieso. Chispas... Chispas... Chispas... conmueven las latas, y agitan y avivan la carne yacida de un suelo de sombras. Una madre mustia de trabajo y miedo, y un padre que fuma, que escupe y blasfema. Parece mentira que rían los niños, la camisa rota, las rodillas negras. El fósforo tiembla, hay fuego en las almas, y aromas traídos en una prestada memoria de huerto. Un gusto a saliva y un ansia de cosas que colman la mesa sin hambre del rico. La noche es una alta escalera que sueña. Peldaños azules y rojos, el aire desborda su cauce de espacio, marea la rueda que gira y delira y se pierde. Es como si todas las horas de acero se hubieran quemado. Es como si nunca los niños hubieran llorado la leche, gemido el zapato. Es como si todas las madres del mundo tuvieran vestido y no les dolieran los huesos cansados. Absurdo, sí que es Nochebuena. El fósforo tiembla. Un grito de luces, un chisporroteo de voces, pupilas prendidas de soles y estrellas, suspenso...! Y un cohete rabioso que silba su muerte, perfora la sombra como un dragón ebrio.
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