Te veo en el agua clara de la límpida laguna donde en las noches de luna apenas tiembla tu cara; te percibo en la algazara persistente de las olas; te respiro en las corolas de las rosas, y se anuda mi piel a tu piel desnuda entre espigas y amapolas.
Has venido a través de las auroras, y a través de los valles has venido, ni río, bosque, o mar te ha detenido, tú, que al pasar, cada rosal desfloras.
Deténgase la rueda de las horas en tu reloj y el mío; en mí sumido, hazme olvidar mi nombre y apellido, y sólo recordar que me enamoras.
Para ir a ti desarrollé mis alas, pero viniste a mí, y en mí te instalas, irreprimible soy a tu reclamo.
Por ti abjuré de todo, en ti me obstino; si no soy más que un alto en tu camino, recuerda que soy yo la que te amo.