Carlos Marzal
Los restos de un naufragio
(A Luis Antonio de Villena)
Unos cientos de libros, una casa en la playa, muebles que el corazón fue envejeciendo y que hicieron el mundo hospitalario, fetiches de algún viaje, talismanes que no pudiron nada contra el mundo, un puñado de cartas de unos cuantos amigos, alguna carta oculta, inconfesable, papeles ordenados, papeles sin sentido, medicamentos, cuadros, ropa usada y ropa por usar, varias cuentas bancarias, una viuda aturdida, un automóvil, una amante aturdida, un peine con cabellos, una caligrafía que ha perdido el pulso de su mano, un olor familiar camino de la nada.
Este es el inventario de los bienes de un muerto, y como todo censo y toda lista supone un ejercicio de modestia. Nuestras cosas, que a veces parecían preservarnos, habitarnos el mundo que habitábamos, en un golpe de vista se convierten en un proligo catálogo de absurdos, rutas desdibujadas de un mapa inexistente, pájaros disecados cuyos ojos no saben recordar un cielo que ya ha ardido.
|