Aprendí a vivir, a pesar de las espinas
¿Qué cómo aprendí a vivir y cuándo aprendí a querer? ¿Qué cómo aprendí a sufrir? ¿Cuándo? ¿cómo? no lo sé.
Aprendí a mirar las estrellas, alumbrando los
sueños con ellas.
A mirar los colores del viento y a sentir el sabor
del silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar hablar los
corazones, con palabras calladas, con matices de mil
sensaciones.
Cuando un día, el dolor tomó mi mano, conocí de frente a
la tristeza, la pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor y
su grandeza.
La soledad, querida compañera, la que con tanto miedo
rechazaba, me mostró la paz y la armonía de los momentos que con
ella estaba.
Comprendí, el sentido de la vida, viviendo el amor y la desdicha, sintiendo la alegría y la tristeza, conociendo lo breve de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a calmar los vientos de mi ira, a llenar con mares de esperanza las zonas más oscuras de mi vida.
Es así, que aprendí a vivir. Por todo ello… aprende a vivir sin espinas ¡No empieces el día de hoy con las espinas de ayer! El día de ayer y todos los días y años anteriores han pasado ya, están enterrados en el Tiempo. Y no puedes cambiar ya nada en ellos.
¿Te han quedado espinas? ¡No las traigas arrastrando! Porque seguirán pinchándote cada día hasta no dejarte vivir. Hay espinas que puedes sacudirte echándoselas en las manos
a Dios.
Hay heridas de espinas que puedes curar si sabes
perdonar de veras.
Pero hay heridas que no podrás curar con todo el amor de
este mundo...
¡Pues, olvídate de que existen!
¡Quita el cristal de aumento que pones encima de tus
desdichas!
Muévete, grita, llora, respira profundo y trata de ser feliz!!!
(No es de mi autoría, pero me gustó la reflexión,
la sentí digna de ser compartida a mis
amigos de 60).
Desconozco el autor.
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