EL NIñO YUNTERO . Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. . Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. . Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecido. . Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta. . Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra. . Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador . Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio. . A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido. . Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura. . Y como raíz se hunde en la tierra lentamente para que la tierra inunde de paz y panes su frente. . Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento revuelve mi alma de encina, . Le veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y preguntar con los ojos que por qué es carne de yugo. . Me da su arado en el pecho y su vida en la garganta, y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta. . ¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena? . Que salga del corazón de los hombre jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros.
MIGUEL HERNANDEZ
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