Cuando te conocí, volvieron a sonar las campanas que mudas permanecieron frente a mi ventana. He vuelto a ver el verde de los árboles que estaban tan quietos y fantasmales. Todos ellos y los lirios, se escondieron en la desesperanza, se borraron en mi mente que vagaba en un cementerio de cosas perdidas. En esa mente que olvidó que de olvidos está hecha la vida, de cosas vagas y perdidas, que son estigma en la batalla y en la herida.
Me olvidé de ti, me olvidé de entender que algún día vendrías, que llegarías con esa mirada azul y las cosas sencillas, que serías vida, ante una muerte presentida, que se apoderó de mis ojos y de una mirada perdida.
Me olvidé que algún día estarías, en ese paso lento que evocaba la vida. Lloré las noches y la llegada de un nuevo día sin creer en ti, sin creer que todo lo cambiarías. Me olvidé de la esperanza, de la palabra blanca que anunciara, que eras luz en el sendero de mis sombras. Me olvidé de escuchar tus pasos entre el bullicio y el espanto, me olvidé del beso y de ese largo silencio, que llegaría en este cielo nuevo, que hoy contigo comparto.
Me olvidé de tu promesa de amor, que hace tiempo pronunciaras, y que hoy reposa en mi lecho de rosas blancas, sintiendo el doblar de nuevas campanas.
Y te recibo amor, con la espalda doblada, de dolores cansada y de batallas dadas, te recibo dulce y enamorada, te recibo en la puerta de nuestro mañana, con un viento nuevo frente a la montaña, que sopla desde antes, desde entonces, cuando aún te recordaba.
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