UN ENCUENTRO SOÑADO
Caía la tarde, se perdía en el mar un cielo teñido de cálidos naranjas y rojos, bello tapiz se extendía desde el horizonte hasta la infinidad del firmamento. Las suaves olas azuladas contrastaban con la amalgama de color de tan hermoso atardecer, efímero cuadro que da paso a la noche.
Un muchacho, vestido de blanco inmaculado, baja hacia la orilla de la playa con una botella de Lambrusco, en una mano, y dos copas de fino cristal, en la otra. Lleva la camisa entreabierta, pareciera dejar escapar su corazón para que vuele libre como lo hacen los pájaros, como la cometa que se deshace de las prisioneras manos del niño que juega en la playa; o, quizá, la llevara desabotonada para aliviar el nervioso calor que pudiera sentir, acercándose al fin el encuentro con su amada. En el ojal, una rosa blanca enardecía su belleza
Ella, esperaba sentada en la arena, junto al mar. Su mirada se perdía en el infinito, embriagada por el devenir de las olas que se desvanecían bajo sus pies descalzos. La ligera brisa ondeaba su pelo, los últimos rayos de sol dibujaban en el suelo su sutil silueta… expectante, anhelosa…
Él llega al lado de ella, coge su la flor del ojal de su camisa y la coloca en el cabello de su amada, enardeciendo su belleza. Ella se levanta y une sus labios a los de él; no hubo alguna vez, beso más tierno, más cariñoso…
Dejó él las copas y la botella en el suelo, junto a la toalla donde estaba sentada ella, y pasearon por la playa cogidos de la mano. Conversaron largo y tendido, de un tema y de otro… se besaron, se abrazaron… Aprovecharon juntos las últimas horas de la tarde, disfrutando cada instante.
El colorido cielo dio paso a una plácida noche, la luna y las estrellas no quisieron perderse tan prometedora velada, y tornaron de alegría el oscuro firmamento con brillantes haces de luz. Ya en el punto de encuentro, él descorchó hábilmente la botella de Lambrusco, se sirvieron unas copas y brindaron por tan encantador momento.
Entre el deleite del chispeante elixir, se sucedieron besos y caricias, abrazos y miradas… El ambiente tomaba temperatura, la pasión se desencadenada entre ambos, sus cuerpos se buscaban… y se encontraban…
Suavemente, poco a poco, se despojaban de sus ropas… Piel contra piel, se enarbolaba la fogosidad del encuentro… El uno bebía de los labios del otro, el otro probaba el sabor del cuerpo del uno…
En el cielo, la luna y las estrellas eran fieles testigos del derroche de amor de la pareja. Se fundían sus almas en un ir y venir de caderas, un ardiente baile de placer que danzaban al unísono de sus enérgicos latidos. Se amaron… se gozaron…
… durante toda la noche…
… durante toda la vida.
Datrebil