Las mentiras según la edad del niño
En torno a los cuatro años los niños están en condiciones de mentir deliberadamente. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no siempre es tarea sencilla deslindar la mentira de lo que no lo es. Es casi seguro que lo que a veces denominamos mentira es mera fantasía y viceversa.
Entre los tres y los seis años aproximadamente los niños disfrutan con el libre vuelo de su imaginación, que les permite modificar la realidad con arreglo a sus deseos.
Aunque ha quedado admitido que pueden aparecer con anterioridad, es a partir de los seis o siete años cuando se presentan con más frecuencia las mentiras propiamente dichas. Con ellas se pretende sobre todo obtener algún beneficio o evitar algún perjuicio.
Tipos de mentiras de los niños
- No todas las mentiras tienen la misma entidad, las que reclaman especial atención son las mentiras frecuentes y las graves. Las mentiras constantes, si no se erradican, tienden a configurar un hábito negativo.
- Por su parte, las mentiras gordas destinadas a conseguir favores o a evitar obligaciones, sin que se repare en el daño generado a uno mismo o a los demás, pueden situarnos ante un patrón de conducta antisocial.
- El fracaso comunicativo y la regularidad de las mentiras nos llevan hasta las denominadas mentiras patológicas, que, según los casos, reflejan conflictos, carencias afectivas, trastornos psicológicos, etc.
- La modalidad más grave es la mentira pseudología fantástica, un tipo de invenciones enmarañadas con las que se pretende conquistar el aprecio de los demás. El niño o púber se convierte en un actor que mediante la interpretación de sus relatos, enriquecidos con gestos y detalles, reemplaza una realidad que le disgusta por otra que le resulta seductora y le reporta estimación.
- Por su parte, la mentira defensiva es sobre todo una reacción ante alguna situación aflictiva o amenazante. A veces el sufrimiento o el miedo empujan al niño hacia la mentira.
Educar al niño en el valor de la sinceridad
La familia asume un papel fundamental en la eliminación de las mentiras y resulta oportuno que nos detengamos a fijar las vías más apropiadas con que cuentan los padres para fomentar un clima de sinceridad:
1 Un aspecto clave es dar ejemplo. En ocasiones, los progenitores, con tal de ahorrarse esfuerzos o situaciones incómodas, recurren a promesas que no piensan cumplir o a contestaciones que no se ajustan a la verdad.
2 Se han de analizar con el niño los motivos y repercusiones de las mentiras, al tiempo que se le muestra con claridad cuál es el comportamiento correcto.
3 Apostar por la confianza. Un ambiente de sospecha e inseguridad pone muchos tropiezos a la comunicación veraz y a la configuración de la personalidad integrada.
4 Evitar el autoritarismo. Si se detecta una mentira, en lugar de reaccionar desproporcionada, represiva y despóticamente, es preferible combinar sorpresa, firmeza y razón.
5. La construcción de un ambiente de autenticidad, impulsado inicialmente por los padres, ofrece a los hijos sólidas referencias para la regulación positiva de su comportamiento y sus relaciones.
6. Procede recordar que la verdad permite organizar y desplegar un saludable plan de vida familiar y personal.
7. La sinceridad es un valor para la convivencia que requiere el esfuerzo y el compromiso de todos los miembros de la familia. Hasta en los momentos de mayor desánimo ha de prevalecer la idea de que la mentira oscurece y la verdad alumbra.
Valentín Martínez-Otero. Profesor y doctor en Psicología