EL PEREZOSO Y EL DILIGENTE
Las personas perezosas nunca buscan cosas que hacer. Y si algún trabajo les llega, procuran evadirlo. Muchos cristianos adoptan esta misma actitud: ellos no le dan importancia ni a los asuntos grandes ni a los pequeños. Siempre tratan de reducir el trabajo; un trabajo grande lo consideran pequeño y un trabajo pequeño lo consideran como nada. Esta es siempre su actitud. Basados en nuestra experiencia, podemos decir que sólo una clase de persona es útil: los que son diligentes. Una persona perezosa es detestable. Cierta vez un hermano dijo que ni siquiera Satanás puede hacer nada con una persona perezosa. Proverbios 19:24 dice: “El perezoso mete su mano en el plato, y ni aun a su boca la llevará”. Es difícil que un perezoso haga algo; y le es difícil porque tiene miedo de cansarse. Lleva la mano al plato, pero le parece difícil llevarla a la boca de nuevo. Tiene que comer, pero desea que otros le llevaran la comida del plato a la boca. Si hay alguna persona inútil en la tierra, esa tiene que ser una persona perezosa. Dios no va a usar a ninguna persona perezosa. Hermanos y hermanas, ¿alguna vez han conocido a un obrero cristiano que sea eficiente y que al mismo tiempo sea perezoso? Todos aquellos que son usados por Dios laboran y trabajan diligentemente en el servicio del Señor; siempre están pendientes de no malgastar su tiempo ni su energía. Pero aquellos que siempre están buscando una oportunidad para descansar y distraerse, no son dignos de ser llamados siervos de Dios. Un siervo de Dios no debe adoptar un vivir ocioso. Más bien, debe esforzarse por aprovechar cada oportunidad que se le presenta.
Consideremos a los apóstoles del Nuevo Testamento, desde Pedro hasta Pablo. ¿Podemos encontrar pereza alguna en ellos? No mostraron ningún indicio de pereza. No pensaron en malgastar su tiempo. Todos ellos laboraron diligentemente y buscaron toda oportunidad para servir al Señor. Pablo dijo: “Que proclames la palabra, que te mantengas preparado a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende, exhorta con toda longanimidad y enseñanza” (2 Ti. 4:2). La proclamación de la palabra debe ser hecha a tiempo y fuera de tiempo. Tenemos que laborar diligentemente, ya sea a tiempo o fuera de tiempo. Todo obrero del Señor tiene que trabajar a tiempo y fuera de tiempo. Esto implica que tiene que ser muy diligente. Todos los apóstoles eran sumamente diligentes. Pensemos en la enorme cantidad de trabajo que realizó el apóstol Pablo. Podremos llegar a los ochenta años de edad y no haber hecho ni una décima parte de lo que él hizo. Tenemos que darnos cuenta de que todos los siervos del Señor son diligentes. Al considerar la obra de Pablo, podemos ver que él fue verdaderamente diligente. En él no hubo negligencia alguna. Él estaba siempre viajando de un lugar a otro, predicando el evangelio dondequiera que iba, o discutiendo resueltamente con individuos y enseñándoles. Aun cuando estaba en prisión, continuó escribiendo sus Epístolas. Las epístolas que tocaron la cumbre de las revelaciones espirituales fueron todas escritas en una celda de la prisión. Aunque estaba atado dentro de los muros de la prisión, la palabra de Dios no estaba presa. Pablo fue un hombre verdaderamente diligente. Él era como su Amo, quien nunca fue perezoso.
La vida diaria de un obrero cristiano frecuentemente determina si es apto o no para la obra del Señor.
Lucas 2:49 Y él les dijo: ¿Cómo es que vosotros me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en el negocio de mi Padre?
2 Pedro 1:5 Y junto a este, poniendo toda diligencia, añadid a vuestra fe virtud, y en virtud a los conocimientos;
Proverbios 4:23 Mantén tu corazón con toda diligencia, porque de él mana la vida.
GRACIAS A LA HNA. SILVIA POR EL FONDO
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PEDRO PABLO
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