“El 12-O, lo que hay por celebrar” [1] es el título de un artículo reciente del gran y rigurosísimo historiador catalán Ricard Vinyes [RV].
Las fechas están cargadas de sentido, afirma, tienen la semántica que la usanza y la rutina les ha puesto. Felices o infelices, “nacieron, siguieron y están ahí para proclamar valores, legitimar patrimonios, certificar lealtades, conmemorar actitudes. Y así sabemos qué significa pasear en el primer día de mayo, o en el octavo de marzo, e identificamos a quien lo hace con unos valores”.
Ocurre lo mismo, apunta razonablemente, un 11 de septiembre, “un 20 de mayo en Montevideo, con el silencio de millares de personas recorriendo la ciudad tras una pancarta que recuerda, año tras año: “En mi patria no hay justicia, ¿Quiénes son los responsables?”, o también, la cara reaccionaria de la historia, “el 28 de octubre de cada año en Predappio, cuando sus calles se cubren de miles de fascistas actualizados que conmemoran la marcha sobre Roma de 1922”. Quien escoge una fecha, señala con énfasis RV, escoge una herencia. Y acaso, implícitamente, unas finalidades, una cultura, una cosmovisión político-histórica.
El legado del 12 de octubre es transparente, impecable, en opinión de RV. Sus razones, fácilmente compartibles.
Nació como Fiesta de la Raza (española) en 1913.
El conservador Ramiro de Maeztu hizo luego su aporte en plena República. Denominó Hispanidad a ambas, a la fiesta y a la raza.
La Segunda República comenzó a festejar España “que no al régimen republicano, porque eso se hacía en abril, el 14”.
Entretanto, el comandante psiquiatra Antonio Vallejo Nájera, un intelectual orgánico del franquismo español, el de la inferioridad mental de la mujer y del disidente señala RV (excelente conocedor, por cierto, del pensamiento racista-biologista-fascistoide del “científico” VN), precisaba el significado de hispanidad: “el auge de la democracia equivalía a la decadencia de la raza, por lo que debía practicarse una eugenesia, una protección de la hispanidad: perseguir, transformar o matar a quienes pusieran en peligro lo hispano, esto es los demócratas de todas las clases.” [2]
Isidro o Isidre Gomà, el cardenal por excelencia de la Cruzada, fusionó hispanidad con cristiandad e hizo “su aporte mariano al nombrar reina de la Hispanidad, de las Españas, a Santa María de Guadalupe de Extremadura”.
El caudillo y su iglesia, prosigue RV, “incrementaron el acervo de la Fiesta nacional con misas de campaña y desfiles de un ejército desleal a la democracia pero fiel a la nación”.
Todo lo anterior, no es poco, “es el acervo custodiado por el 12-O”.
RV continúa con unas observaciones sobre nuestra realidad más próxima: los políticos españoles, antes y hoy, “han establecido que celebran España en esencia”. Resulta llamativo, comenta RV con toda la razón crítica del mundo, “que el gobierno socialista echase a perder la ocasión de trasladar la fiesta nacional a otro evento, lejos de ese 12 integrista, imperial y racial, orgullo de conquistador y su conquista”. La Ley 18/1987 de 7 de octubre, tras la segunda victoria electoral “socialista”, consolidó la “fiesta nacional” en el 12-O.
Desde entonces, señala nuevamente RV, la fiesta ha sido básicamente administrativa (y escasamente ciudadana): “la Administración desfila con fusiles, tanques y aeroplanos. La Administración levanta banderas. Los Administradores se alientan y palmean la espalda en actos clánicos celebrados en escenarios solemnes”. Empero, todo hay que decirlo, y RV lo dice, “hace tiempo que los “500 millones” —esa apelación demográfica que llena de orgullo a nuestras reales academias y diputados de la Carrera de San Jerónimo— han lanzado la hispanidad del 12 al vertedero”. Desde hace ya tiempo nadie lo celebra en ultramar. Aquí en casa, recientemente, recuerda RV, “han conmemorado el 12 los que con todo derecho se reconocen en su legado, el Partido Popular y Ciutadans, que vienen a ser nuestros queridos orangistas”.
En opinión de RV, al PP, a Ciutadans y a ciudadanos próximos “les irrita que la opinión pública les asocie con lo que coloquialmente llamamos fachas”. No son como los de la camisa azul, en su opinión, pero apelan y comparten patrimonio, por lo que “quienes conmemoran el 12… no deberían lamentarse por esos vínculos que establece el sentido común popular (que no es más que la razón instruida por la experiencia)”.
No estoy seguro que RV, un historiador con excelente ojo político y magnífica sensibilidad social, haya captado o expresado en esta ocasión todas las aristas de la celebración de este 12 de octubre cuanto menos en Barcelona. Sea en todo caso como él señala: se comparte un patrimonio indeseable que el PSOE fue incapaz de revisar. Si pensamos en los fastos de 1992, el error adquiere dimensiones estratosféricas. ¡Cuánta razón crítica tuvo Rafael Sánchez Ferlosio!
Igualmente, no parece razonable, seguro que a RV tampoco se lo parece, dejar de aplicar la mirada o análisis que señala a otras situaciones: quienes conmemoran determinada fecha, quienes apelan y comparten patrimonio, pudiéndose diferenciar por supuesto en miles de aristas, coinciden en eso, en el patrimonio que comparten con gentes afines y a veces no tan afines.
Sea como fuere los punto de esta nota no son los comentarios anteriores. El punto es una referencia a los orígenes. Tomo pie en uno de esos libros imprescindibles que nos acompañan durante años y años: En menos de libertad [3]:
El término raza no tenía en los años veinte del siglo pasado el significado zoológico o muy próximo que poco después pusieron de moda nazis alemanes, fascistas italianos y sus clónicos imitadores de todo el mundo.
Durante la dictadura del general Primo de Rivera el término no hacía referencia, propiamente, a ninguna raza española.
El día de la “Raza”, de hecho, fue instaurado en la segunda década del siglo (no sé si en 1913… o mejor en 1917) por Hipólito Yrigoyen, presidente de la República Argentina, dirigente del Partido Radical (que había alcanzado al poder, por vía electoral, un año antes, en 1916).
Yrigoyen tenía ascendencia vasca e indígena. Sus rasgos eran mestizos.
La raza de Yrigoyen, señala Esteban Pinilla de las Heras, no era una “raza” exclusivista procedente de España (la “raza” española) sino la resultante de un mestizaje entre originarios de la Península y descendientes de los antiguos pobladores de América.
Para el gran sociólogo, fue durante los primeros años de la dictadura del general Franco cuando el día de la Raza, el 12 de octubre, recibió “una significación imperialista y a veces mesiánica”, que en modo alguno, sostiene Pinilla de las Heras, estuvo presente en el ánimo y en la finalidad inicial del presidente Irigoyen en el Buenos Aires de 1917.
Hace un siglo de ello y la historia ya ha dictado sentencia: el 12 de octubre es una fecha que ningún demócrata debe celebrar. En ninguna circunstancia. Otro tema a revisar por la ciudadanía y por las futuras (y esperemos que próximas) Cortes Constituyentes.
Notas:
[1] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/10/19/catalunya/1382201397_867976.html
[2] No estaba loco ni era marginal, recuerda RV: “fue el tipo con más influencia en el análisis aplicado de las conductas hasta 1960.”
[3] Esteban Pinilla de las Heras, En menos de la libertad. Dimensiones políticas del grupo Laye en Barcelona y en España, Barcelona, Anthorpos, 1989, p. 83
Salvador López Arnal es miembro del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra), director Jordi Mir Garcia (entre sus fundadores: Francisco Fernández Buey).