Cazador de fósiles
ORFILIO PELÁEZ
El doctor Manuel Iturralde Vinent mucho le debe a su mamá el interés que desde niño tuvo por experimentar. Ella, apunta, siempre se las agenció para regalarme juguetes de construir, armar o crear, y eso despertó en mí lo que hoy algunos llaman inquietudes científicas.
Para conocer el pasado de la Tierra es imprescindible estudiar los restos fósiles contenidos en rocas como esta.
La lectura de los quince tomos de la serie de libros El Tesoro de la Juventud afianzó esa temprana vocación, que comenzó a materializarse cuando al ingresar en el instituto de Segunda Enseñanza del Vedado, en 1959, crea junto con unos amigos el grupo espeleológico Murciélago.
El doctor Manuel Iturralde señala en la gráfica dientes fósiles de tiburones pertenecientes a diferentes periodos geológicos encontrados en el archipiélago cubano.
Más allá de la aventura de explorar cuevas, Iturralde descubrió entonces lo que sería en adelante su verdadera pasión: la búsqueda y recolección de restos fósiles, esa suerte de archivo histórico impregnado en rocas, capaz de revelarnos cómo era la vida en la Tierra en un pasado remoto.
Obsesionado con esas temáticas (según sus propias palabras fueron muchos días los que faltó a clases por estar explorando cuevas), dejó las aulas y comenzó a trabajar en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos con el doctor Alfredo de la Torre, en el laboratorio de Paleontología. Fueron tiempos de mucho aprendizaje autodidacta.
Luego, precisa, retomé los estudios, concluí la Facultad Obrera y en 1975 me gradué como ingeniero geólogo en la Universidad de Oriente. Trabajé en el Instituto de Geología y Paleontología de la entonces Academia de Ciencias de Cuba, y después en la Empresa Geológica de Camagüey, hasta que en 1987 entré como investigador en el Museo Nacional de Historia Natural.
VIAJE A LOS ORÍGENES
Poseedor de la Orden Carlos J. Finlay, máxima condecoración que entrega el Consejo de Estado a personas con méritos relevantes en la ciencia y la tecnología, el doctor Manuel Iturralde es hoy uno de los especialistas cubanos más reconocidos mundialmente en temas como la Tectónica de Placas, y Paleogeografía y Biogeografía del Caribe y Cuba, además de dirigir o participar en numerosos proyectos de investigación nacionales e internacionales.
Su currículum profesional incluye la publicación de más de 200 artículos, varios libros y dos CD-ROM sobre temas relacionados con el origen del Caribe y sus animales y plantas.
Ha perdido la cuenta de los miles de kilómetros recorridos durante 45 años por cada rincón de nuestro archipiélago y otras islas vecinas en la búsqueda de fósiles de todo tipo (reptiles, mamíferos terrestres, tiburones y hasta dinosaurios) que permitieran explicar el origen y la evolución de la fauna marina y terrestre de toda el área del Mar Caribe, en particular las Antillas Mayores.
Dice que para localizar fósiles hay que combinar conocimientos científicos y mucha suerte. Es coautor del hallazgo de más de una veintena de especies nuevas de animales ya extinguidos, además de realizar otros descubrimientos importantes para la Paleontología.
"Cerca de la presa Zaza, en Sancti Spíritus, encontramos a mediados de la década del noventa del pasado siglo los restos fósiles de mamíferos terrestres más antiguos de Cuba, con una edad estimada de 18 a 16 millones de años".
En ese lugar, precisa Iturralde, hallamos un hueso de mono, dos piezas dentarias de un roedor y diversos huesos pertenecientes a un perezoso, durante varias expediciones que hicimos de manera conjunta con colegas del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
Sobresale también entre sus aportes el haber podido identificar de manera correcta la presencia de un metacarpo de dinosaurio en la zona de Viñales, en Pinar del Río, distintos tipos de reptiles marinos gigantes y un pterosaurio o reptil volador de gran tamaño, perteneciente también al llamado periodo Jurásico.
Amén de participar en el periplo que condujo al descubrimiento en Puerto Rico de los vertebrados terrestres más viejos reportados en las Antillas (en este caso un perezoso con 33 millones de años de antigüedad), el doctor Manuel hizo un estudio completo del ámbar dominicano, mineral precioso formado a partir de la resina segregada por un árbol, y demostró que la edad real de este atractivo elemento era de 16 millones de años y no de 45 como se pensaba, lo cual fue publicado en la prestigiosa revista Science.
El ámbar crea una especie de cápsula donde a menudo quedan atrapadas hormigas y otros insectos, tan bien preservados que aún contienen el ADN y el cuerpo de esos organismos en perfecto estado, de ahí su enorme importancia para el estudio de la vida en el pasado.
Para este especialista que comparte su labor de Investigador Titular del Museo Nacional de Historia Natural con la de profesor del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, la ciencia es un bien público y poner ese conocimiento en manos de la sociedad forma parte de la cultura nacional.
Tiene sus propias ideas sobre el origen de la fauna del Caribe y de Cuba, pues "si nos remontamos a cómo era la geografía de la zona en aquellos tiempos, vemos que hace 33 ó 35 millones de años estábamos unidos por tierra con Sudamérica".
Por eso, enfatiza Iturralde, defiendo la teoría de que una parte importante de los primeros animales en poblar las Antillas vinieron por esa vía desde América del Sur.
"Al ocurrir la desaparición de ese puente terrestre hace 29 ó 30 millones de años, dichas especies quedaron aisladas aquí y evolucionaron de manera separada. Entonces, hay argumentos para plantear que los ancestros de nuestros mamíferos, reptiles y anfibios de hoy, están en Colombia, Venezuela y otros puntos de Sudamérica."