Si nuestro Premio Nobel se autoengaña, algo que está por probar, ello tal vez explique las increíbles contradicciones de sus razonamientos y la confusión sembrada entre sus oyentes.
No hay un ápice de ética, y ni siquiera de política, en su intento de justificar su anunciada decisión de vetar cualquier resolución a favor del reconocimiento de Palestina como Estado independiente y miembro de Naciones Unidas. Hasta políticos, que en nada comparten un pensamiento socialista y encabezan partidos que fueron estrechos aliados de Augusto Pinochet, proclaman el derecho de Palestina a ser miembro de la ONU.