Durante el 2010 y parte de 2011, los martes de Cubavisión, a las 8 y 30 de la noche para más señas, nos pusieron frente a un set y a un modo de hacer televisión que podríamos llamar diferente, si nadie se ofende.
Nada me pareció más natural que hacerle unas cuantas preguntas al cierre del programa 60 de “Con 2 que se quieran” -¿fin o pausa? aún no sabemos-, cuando el anfitrión y Silvio cantan juntos, y la salita se apaga y la televisión sigue encendida, pero ya empezamos a pensar en el vacío que deja.