El poder reivindicativo de las redes sociales es innegable, pues tienen una capilaridad que supera a cualquier otro medio de comunicación. Y carecen de censura o de publicidad engañosa. Sin embargo hay dos limitaciones que pueden afectar seriamente los efectos de la movilización cibernética. La primera la falta de propuesta. No basta con gritar contra la corrupción o con aprobar la limpieza llevada a cabo por la presidenta Dilma Rousseff. Es necesario exigir una reforma política y proponer criterios y métodos.