Uno de los avatares de la crisis del sector financiero que comenzó en 2007 en Estados Unidos, y que se extendió como reguero de pólvora en Europa, es la energía que desplegaron los bancos del oeste europeo (sobre todo alemanes y franceses,2 pero también belgas, neerlandeses, británicos, italianos, luxemburgueses, irlandeses…) para utilizar los fondos prestados o donados masivamente por la Reserva federal y el BCE.