Todos los presidentes norteamericanos han tenido sus juguetes especiales. Ronald Reagan estaba fascinado por la Guerra de las Galaxias. Nadie sabe cuánto gastó del erario nacional en ese hobby porque tenía otro, igual de costoso y cuestionable: el “peligro sandinista” que le llevó a mancillar la Constitución, pasar con soberano desprecio sobre leyes internacionales y hasta de resoluciones del propio Congreso estadounidense. Conjunto de enfermizas arbitrariedades del episodio conocido como Irán-contras