En la cárcel estatal del oeste de Pensilvania, en Woods Run, Pitsburgo, tanto presos como guardias han hecho más infernal de lo usual el fenómeno de ser prisionero. Eso porque, según por lo menos por un reportaje difundido por radio, hombres detenidos en mínima y media seguridad, particularmente aquellos convictos de asaltos sexuales contra menores, fueron violados sexualmente por otros presos –y por varios guardias– con los directivos de la prisión haciéndose de la vista gorda.