Apoyado en un andador, Fariñas ocupa el centro del cuadro, como de costumbre, el torso desnudo con la cicatriz de una reciente operación de vesícula. A su derecha, llama la atención la densidad telefónica: tres teléfonos, dos en una pequeña mesita (arriba y abajo) y un tercero en la pared. A la izquierda, algo muy común en cualquier casa cubana, un librero. Nada es casual: el intelectual -los libros- frágil-el andador y la cicatriz en el abdomen- que comunica -los teléfonos- su verdad al mundo, en desafío al totalitarismo del “régimen”.