Fue anunciado como el verdadero objetivo cuando el presidente francés Nicolas Sarkozy dio el paso extraordinaria de reconocer a los rebeldes en Bengasi como “únicos representantes legítimos del pueblo libio”. Este reconocimiento fue una violación extraordinaria de toda la práctica y principios diplomáticos. Significó no reconocer al gobierno libio existente y sus instituciones, que, contrariamente a las nociones mágicas que rodean la palabra “dictador”, no pueden reducirse a la personalidad de un solo hombre fuerte.