Lo reconozco. En estos días estoy un poco extraño. Tengo la cara intensamente roja, los ojos rasgados, lloro, no se me quita el nudo en la boca del estómago, no puedo ver los telediarios, releo a Mishima, a Basho, a Kenzaburo Oé, y el Teatro del No, que tanto me gustaba cuando era adolescente. Lo reconozco, en estos días, me hago continuos harakirisfrente al espejo, delante de los libros, entre un plato de sopa y un beso de mujer. Pienso en las traducciones de Satoko Tamura de los sonetos de la muerte de Gabriela Mistral, y me estremezco por las concomitancias del enlace Japón-Chile.