La teatral renuncia del presidente egipcio y el desplazamiento tanto de El Baradei como del vicepresidente Suleimán, parecen formar parte de la concertación para administrar la crisis y evitar el derrumbe. La estrategia es clara: sacrificar un peón menor para preservar al Estado. Cuando estuvo claro que la suerte de Mubarak estaba echada, lo principal era apuntalar al sistema y el ejército, en el Tercer Mundo la principal institución del Estado, se convirtió en el fiel de la balanza.