Durante más de medio siglo, junto con la guerra sicológica y las operaciones de propaganda político-ideológica, la violencia terrorista ha sido una constante en la forma de relacionarse de Estados Unidos con Cuba. Desde el triunfo de la revolución, en 1959, Washington ha venido desplegando contra la isla un amplio mecanismo subversivo diseñado por oficiales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Pentágono y la Oficina Federal de Investigación (FBI), que con el tiempo echó mano también de la Oficina de Inmigración, la agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) y otras dependencias gubernamentales.