La noticia nos golpeó a todos los que le conocimos como un golpe de maza en el mismo corazón, aquel 27 de enero de 2010, aunque muchos presentíamos el fatal desenlace sin un ápice de resignación, pues siempre albergamos una enorme fe en Joel Atilio Cazal, en su perseverancia y en su terco arraigo hacia la vida y hacia las cosas hermosas que la misma nos ofrece a los justos y humanos. “Por qué le tocó a él?”, pensamos rabiosos e impotentes, dolidos y dejando escapar una lágrima que nos llenó de bochorno pues sabíamos de antemano que él no quería ser llorado ni extrañado, sino recordado en toda la plenitud de su pegajosa alegría y obcecado optimismo.