Aunque poco ético y al filo del desprestigio, no sorprende la rendición de cuentas a sus mercenarios de los enviados del Departamento de Estado norteamericano a las conversaciones migratorias en La Habana, celebradas el 12 de enero.
El hecho ratifica lo que la cablería de WikiLeaks le ha restregado a todos en sus narices: la conexión Departamento de Estado-mercenarios es tan fuerte como los temores a los jinetes apocalípticos anticubanos del Capitolio, quienes en tiempo de crisis y ultraderechas arrecian presiones y chantajes para sacar provecho y concesiones a una administración postrada en la timidez y el cálculo.