No recuerdo otro momento de la historia en que el asesinato de científicos se haya convertido en política oficial de un grupo de potencias equipadas con armas nucleares. Lo peor es que, en el caso de Irán, lo están aplicando a una nación musulmana, con la cual, si bien pueden competir y superarla en tecnología, no podrían jamás hacerlo en un terreno donde, por cuestiones culturales y religiosas, podría superarlos muchas veces en la disposición de sus ciudadanos para morir en cualquier instante si Irán decidiera aplicarles a los profesionales de sus adversarios la misma fórmula absurda y criminal.