A lo largo del último siglo, Suecia esterilizó, persiguió, arrebató niños y prohibió la entrada en el país a los gitanos y las personas de esa minoría étnica fueron tratadas durante décadas por el Estado como “incapacitados sociales”. (Fuente: El país)
Gitanos en Suecia. Foto: Agencias.
En un gesto inédito en Europa, el gobierno conservador sueco acaba de publicar en un llamado Libro Blanco una rara suerte de lavado de conciencia histórica sobre una responsabilidad compartida por todos los reinos del continente desde hace siglos.
Los procedimientos aplicados comenzaron con los censos en los que se describían a los gitanos como “grupos indeseables a la sociedad”, o “carga” y de ahí siguieron las políticas oficiales de abortos y esterilización forzosa, la prohibición de asentarse, la segregación en las escuelas, hasta el exterminio masivo en las cámaras de muerte bajo el nazismo.
Pero el aparente “mea culpa” no significa que se haya cerrado el oscuro capítulo porque la gitanofobia se extiende con fuerza por Francia, Gran Bretaña y Alemania, con severas medidas de desalojos de comunidades romaníes y prohibiciones de entrada al territorio pese a los supuestos derechos para todos los europeos. Mientras el panorama es desolador en Hungría, Eslovaquia y la República Checa con picos de odio racial.
Tampoco la “civilizada” Suecia en pose de arrepentimiento tiene la intención de compensar a las víctimas e inclusive una de las mujeres gitanas citadas por los autores del libro para recoger sus testimonios vio como el personal del hotel Sheraton le prohibía la entrada al desayuno.
Dice la fuente periodística que la coalición de centro-derecha en el poder vigila el fuerte ascenso en los sondeos de la extrema derecha que disfruta de un 10 por ciento de intención de voto y se ha propuesta combatir los mensajes xenófobos con una firme defensa de la afamada tradición progresista sueca.
¿Será el Libro Blanco un sincero aporte a la buena causa o solo una coyuntura electoral?