Sus más de dos metros de estatura, su cabeza rapada, sus brazos tatuados con esvásticas, dioses vikingos y la figura de Adolfo Hitler, su aguda voz con la que llevaba la batuta de un grupo de rock anticomunista llamado Quinta Columna, hacían de Alfredo un hombre que intimidaba con solo mirarlo a los ojos. Su figura de hombre rudo contrastaba con el tatuaje que llevaba al lado derecho de su corazón: el rostro de su hijo de dos años. Tatuaje y corazón que terminaron atravesados por las balas que le disparó una mujer, la cual al parecer, hacía parte de un grupo de sicarios que le tendieron una celada para ajustar cuentas. Curiosamente, Alfredo estaba en lo mismo: haciendo un cobro no muy legal. Lo acompañaba su amigo y socio, Pablo Triviño, quien también resultó muerto en medio de la balacera que se desató el martes 1 de abril, bajo el sol del medio día en el barrio Santa Isabel al sur de Bogotá.
La tenacidad de Alfredo en los combates, desde muy joven lo convirtieron en el jefe del ala militar de Tercera Fuerza, un grupo “nacionalista identitario” que fundó hace más de 10 años junto a su camarada y compadre Diego Cubillos. Una cuadrilla de cabezas rapadas que buscaba reivindicar la ideología nazi en Colombia. Tercera Fuerza se levantó como el renacer de una organización, que nació originalmente en Pereira en el año 1956, bajo la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, y cuyo lema era “Dios y Patria” con lo que demostraban respeto por la religión y por las fuerzas armadas. Paradójicamente, ‘Dios y patria’ es el mismo lema que tanto repite el director de la policía, general Rodolfo Palomino, hombre a quien muchos asociaban como uno de los amigos que Alfredo presumía tener dentro de la policía. Incluso, Devia, alardeaba cada vez que él y sus camaradas eran detenidos porque podían quedar en libertad con una sola llamada. De hecho, hay registro de miembros de su movimiento entrenando con integrantes de la Policía Nacional en los cerros de Monserrate en el sitio conocido como ‘Los tanques del silencio’ junto a la escuela de carabineros.
Los hombres tatuados de Tercera Fuerza entrenando en ‘Los tanques del silencio’
En los años noventa, Bogotá comenzó a ser el epicentro de las organizaciones neonazis en Sur América, gracias a la influencia de movimientos como Tercera Fuerza, que logró ejercer el control a nivel local e internacional tras comenzar a organizar foros y conciertos con camaradas de otras partes del mundo.
Al mando de Alfredo, Tercera Fuerza sembró durante mucho tiempo el terror en las noches de la capital. Semanalmente se reunía en diferentes sitios con decenas de jóvenes militantes quienes salían a hacer rondas por las calles del centro de la ciudad. Noches de cerveza y música, que muchas veces terminaban en corrida; así como pateaban ‘negros’, ‘putas’, ‘travestis’ y ‘maricas’ –como despectivamente llamaban a todo tipo de personas-, también eran usuales los enfrentamientos con grupos enemigos como ‘Los Rojos’ y tribus urbanas como ‘Rash’ -skinhead comunistas-, ‘Sharp’ -antirracistas- y las juventudes comunistas ‘JUCO’, grupos de jóvenes con los que se batieron a golpes, batazos y puñaladas en innumerables ocasiones por el control territorial de las fronteras invisibles. Una extensión de la violencia y el extremismo político en Colombia, en las calles bogotanas.
Sin embargo, la violencia entre tribus urbanas si ha dejado muertos, y muchos. Como el emblemático caso de Felipe Toquica, un menor de edad integrante de Tercera Fuerza quien murió apuñalado por un militante de un grupo comunista. Pero sus enfrentamientos nunca habían derivado en balaceras, como la que cegó la vida de Alfredo y su acompañante Pablo Triviño.
Otra de las cosas que comenzó a llamar la atención, dentro y afuera de sus filas, fue el repunte económico de Tercera Fuerza. Inicialmente pedían aportes de apenas $5000, por cada persona que asistiera a sus reuniones para auto sostenerse, pero en los últimos años poco importó ese aporte y llegaron a tener hasta sede propia y organizar conciertos de alto vuelo.
De hecho trajeron a bandas internacionales de RAC, como: Aufbruch de Alemania, Warrios de Canadá, Núremberg de Uruguay y Ultra Sur de Argentina. También llegaron a realizar congresos con los directivos del partido de ultra derecha en España, Alianza Nacional; eventos cuya organización costaban más de $50 millones pesos.
Alfredo y sus camaradas junto a la tumba de Laureano Gómez
“Las cosas se estaban empezando a calentar y por eso me fui”, dice Diego Marín*, un exmilitante que estuvo cuatro años en las filas de Tercera Fuerza. “Me fui básicamente por dos razones: primero porque cuando no podía asistir a las reuniones, era sancionado, insultado y agredido por Alfredo quien era muy violento e intolerante; y de otra parte, porque sentía que esto ya estaba pasando el límite, nos invitaban a acampar en casa de un señor muy millonario que todos sabían que era jefe paramilitar, sabíamos que le decían ‘El Cucho’ y que lo apodaban JJ Pimiento (…), no se nos decía mayor cosa, pero muchos comenzamos a sospechar que Alfredo y Diego estaban metidos en otras vueltas, muchos nos hemos ido por miedo, somos nazis, no delincuentes, la mayoría de gente es nueva y no sabe realmente qué hay detrás”
No se sabe exactamente cuál era el papel de Pimiento en Tercera Fuerza, pero Cubillos y Devia visitaban frecuentemente su casa, un condominio ubicado en Altos de Yerbabuena, al norte de la ciudad. Conjunto residencial donde tiempo después Pimiento fue asesinado por dos sicarios quienes lo ajusticiaron a las cinco de la mañana mientras hacia ejercicio.
Juan de Jesús Pimiento Traslaviña, alias ‘Juancho Diablo’, era un presunto jefe paramilitar del Magdalena Medio, incluso mencionado por Fredy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, en declaraciones a Justicia y Paz, como uno de los emisarios de Víctor Carranza, esmeraldero conocido dentro de las AUC con el nombre de ‘Clodomiro Agamez’. Según ‘El Alemán’, Pimiento fue el hombre que representó al zar de las esmeraldas en las cumbres de comandantes paramilitares celebradas en 1997 y 1998 en las que se conformaron las Autodefensas Unidas de Colombia.
Foto Revista Semana
Un abogado que en algún momento fue contratado por Tercera Fuerza y que prefirió guardar su identidad, cuenta que estuvo en algunas reuniones en la casa de Pimiento. Esto fue lo que le contestó a Las2Orillas para este artículo:
¿Sabe cómo se financiaba el movimiento?
“Uno, las cuotas de los afiliados, y dos, la plata que les daba Juan de Jesús Pimiento. Este hombre era algo preparado y me gustó mucho su forma de pensar. Juan era un conocido paramilitar. Me acuerdo muy bien en la primera reunión que tuvimos en su casa por el Castillo de Marroquín, que estaba con un hombre de color y le pidió cierta cantidad de dinero y le dijo ‘Mi comandante, cuente con ello para el lunes’, entonces se dirigió a Alfredo y le dijo ‘ya oíste el dinero lo puedes recoger el lunes’”.
¿Quiénes estaban en esa reunión?
“Muchos. Entre ellos Diego Cubillos y el actual presidente de Tercera Fuerza Camilo Arévalo. Ellos viajaban mucho al Magdalena Medio, tanto Alfredo como Diego, y siempre llegaban con dinero. Incluso un sábado se me hizo muy raro, unos tipos no muy confiables bajaron de una ‘burbuja’ (camioneta) y entregaron un maletín a Diego, él se puso un poco nervioso y dejó a Tito encargado y desapareció”.
¿Y todos los militantes de Tercera Fuerza eran consientes de esta situación?
“No, muy pocos iban a la casa del señor Pimiento. Había un descontento general. Los chicos siempre daban con sacrificio, pero nunca se sabía a dónde iban estos dineros, pero era conocido por todos las rumbas del ‘Triunvirato’ (los jefes) que muchas veces no podían hablar de lo bebidos que andaban”.
Pimiento, doctor en filosofía y autor del libro ‘Una cosa es contar y otra hallarse’ -un recuento de la violencia guerrillera y su infiltración en los movimientos sindicales-, también estuvo detenido en la cárcel Modelo de Bogotá en los años noventa, cuando compartió el ala de máxima seguridad con Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’ y demostró su poder desatando una masacre de más de 25 presos en el patio de la guerrilla cuando se negaron a obedecer sus reglas.
Lo cierto es que a espaldas de muchos de los militantes de Tercera Fuerza, Alfredo Devia habría comenzado a trabajar en una ‘Oficina de Cobro’ al servicio de traficantes de droga en el sur de Bogotá, específicamente en la reconocida calle de ‘Cuadra Picha’ en la Avenida Primero de Mayo. El centro de operaciones, al parecer, era el bar ‘Spoldin’, lugar donde también hacían los conciertos de Tercera Fuerza, y cuyo administrador se sabe que es el señor Adrián Díaz. Varias fuentes dan cuenta que desde aquel sitio es donde se distribuye la mayor parte de droga que circula en los demás bares de la zona.
Solo la cúpula de la organización, no más de diez, sabía en que andaba el líder de Tercera Fuerza. Aunque en las reuniones de los demás grupos nacionalistas, todos comentaban que Alfredo había tomado otro camino diferente a lo que dictaban sus ideales. Para muchos, entró a formar parte de ‘Los Urabeños’ y obedecía a las órdenes, paradójicamente, de alias ‘El negro’. Así mismo, investigadores han dado cuenta que el tráfico de drogas en la Avenida Primero de Mayo también ha estado controlado por las bandas criminales de ‘Gancho mosco’ y ‘Gancho manguera’, dos grupos que fueron expulsados de la calle del Bronx en Bogotá, pero que actualmente se reparten el dominio de ‘Cuadra picha’.
“Alfredo murió en su ley y labró su propio destino”, dijo Richard Weich Stalin, el líder de la Unión Nacional Socialista de Colombia (UNSC), otra organización nacionalista. En el mismo comunicado, Weich Stalin lamentó la muerte de Alfredo y aseguró que “la muerte del skinhead Alfredo Devia, deja una marca imborrable en la ciudad de Bogotá. Una marca de lo que una persona no debe ser, un no ejemplo de lo que se debe seguir. Deslealtad, traición, drogas, alcohol y prostitutas sumado a la corrupción y extorción; como bien claro lo dejan los medios de comunicación. Todo lo contrario a lo que debe ser un verdadero N.S. Una verdad escondida a gritos, una verdad que algunos desconocen y que muchos otros sucumbieron y se deleitaron en complicidad. No me burlo, mucho menos me río, pero que si aclaro y denuncio una vez más”.
En este bar, Tercera Fuerza hacía muchos de sus eventos: