Por Marta G. Sojo
Foto y Fotocopias: Melissa R.SP
En junio de 1995, en el lobby del hotel “Meliá Cohíba”, se inauguró una tienda que lleva el nombre de “Macondo”, emblemático pueblito donde se desarrollaba la acción de “Cien Años de Soledad” (publicada por primera vez en 1967). El texto marcó al colombiano Gabriel García Márquez (Gabo o Gabito), ganador en 1982 del Premio Nobel de Literatura, como un icono de la literatura hispanoamericana y universal.
Cien Años de Soledad, considerada su obra maestra, ha sido uno de las libros más traducidos (35 idiomas) y leídos en español. La catalogaron como una de las más importantes de la lengua castellana durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Cartagena de Indias en marzo de 2007. Fue incluida, también, en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español El Mundo, en la lista de los 100 libros del siglo XX del diario francés Le Monde, y en los 100 mejores libros de todos los tiempos del Club de libros de Noruega.
La novela relata el origen, la evolución y la ruina de Macondo, una aldea imaginaria que había hecho su aparición en las tres narraciones cortas que su autor había publicado con anterioridad. Estructurada como una saga familiar, la historia detalla la estirpe de los Buendía que se extiende por más de cien años, y cuenta con seis generaciones. “La crónica de los Buendía, que acumula una gran cantidad de episodios fantásticos, divertidos y violentos, y la de Macondo, desde su fundación hasta su fin, representan el ciclo completo de una cultura y un mundo” al decir de un crítico literario.
Y retomo al especialista, para añadir que Macondo quiere ser sin duda un espejo de la realidad de cuanto ocurre no solamente en Colombia, sino en toda Sudamérica, que ha vivido en su soledad, aislada del resto del mundo, con el que sólo ha mantenido esporádicos contactos (los gitanos de Melquíades, que la conquistan a base de maravillas perfectamente comparables con los abalorios y chucherías de que siempre se sirvieron misioneros y conquistadores), pero todo esto tendría escaso valor si no contara con su extraordinaria fabulación, con toda esa magia que se confunde de continuo con la realidad, dando lugar a un mundo mítico creado mediante un lenguaje de gran fuerza expresiva.
Del Macondo, del que voy a hablar hoy, el del hotel Meliá-Cohíba, instalación turística situada en Paseo y tercera en el Vedado, es otra historia conectada tanto con el escritor, como con su literatura.
Rememoraba Dánae Sánchez-Parodi, una empleada que participó en la inauguración y todavía se mantiene allí, que “la tienda estaba dedicada a la venta de artesanías cubanas y latinoamericanas, en principio, ahora solamente nacionales. Impulsaron su apertura unos amigos de Gabo, que fueron proveedores de ese bazar en sus inicios. La apertura fue una actividad de lujo, al asistir el destacado escritor de “Los amores en tiempo del cólera”, otra de sus novelas más populares. Se aprovechó la oportunidad y le pedimos que nos firmara en algunos de sus libros, que vendíamos en la tienda. Guardo como un tesoro el que me dedicó.
Raisa Rodríguez, otra de las trabajadoras que abrió Macondo, nos contaba que fue una experiencia muy linda, tuvimos un uniforme típico con cintas de colores en la cintura para que jugara con el tono de la tienda. Se vendían artículos de nuestra América: cacerolas de barro, joyería precolombina replicas de piezas colombinas y tenían su certificado de garantía, con una explicación del lugar que se hizo, donde se descubrió la pieza original. También ofertábamos mantelería típica mexicana, y otros objetos. Macondo era una muestra de toda la artesanía latinoamericana y cubana, por eso creo que el nombre lo lleva bien puesto. Al mismo tiempo, le informábamos al cliente sobre el producto, y de alguna manera los trasladábamos a esos lugares de la historia continental hispanoamericana y su etapa precolombina.
El día de la inauguración -prosigue Raisa- fue muy impactante, porque vino García Márquez, se hizo un brindis. Lo que recuerdo es que el estaba emocionado, satisfecho de lo que se había logrado, le gustó mucho la idea de la tienda y que llevara ese nombre, porque los productos con que comenzamos en el establecimiento estaban vinculados a la cultura de nuestras naciones.
La muestra gráfica, tomada por un aficionado asistente, e inéditas hasta ahora, recoge aquellos instantes en que abriera este bazar, y que aún se mantiene en el lugar donde emergió.
Entre un Macondo y otro, existen sus distancias, pero resulta un estímulo ese recordatorio de un nombre de poblado imaginario muy ligado a su creador que ha hecho historia en la novelística universal. Más ahora que la pena hizo conmoverse al mundo, al dejar de existir este ser que tanto aportó al mundo intelectual, y fundamentalmente a quienes leyeron sus escritos.
En primer plano Mercedes Barcha la esposa del escritor y al fondo la dependienta de la tienda Raisa Rodríguez.
La primera portada que tuvo Cien años de soledad, novela con uno de los comienzos más famosos de la historia de la literatura, tiene el dibujo de un barco en la selva. Fue así como la lanzó la Editorial Sudamericana de Buenos Aires en 1967.