Los mitos del «Titanic» continúan seduciendo generación tras generación
Las fascinantes historias que han surgido en torno al naufragio del trasatlántico han servido para engrandecer la leyenda del Titanic, rodeándolo de un aura de misterio que sigue conquistando a la gente
Lorena Franco Bouza
La Voz 15 de abril de 2012
Muchos son los mitos del Titanic que han contribuido a fraguar la leyenda. El buque estuvo marcado por la mala fortuna ya desde el día de su partida cuando un barco estuvo a punto de colisionar con él al salir de Southampton. Cinco días después, el Titanic chocaba contra un iceberg, dando lugar al naufragio más famoso del siglo XX. Con él nacieron también todo tipo de historias que hablaban de profecías, de misteriosas coincidencias, de las premoniciones de algunos pasajeros que a última hora decidieron no subir a la embarcación, etc. Algunas de ellas son dignas de la mejor película de Hollywood:
Las novelas premonitorias
El periodista William Thomas Stead predijo el naufragio del trasatlántico. Lo hizo veinte años antes en uno de sus textos, donde describía la colisión de un gran buque con un témpano de hielo. En su escrito, los tripulantes eran rescatados por el Majestic, un barco que realmente existía en aquellos días, y que casualmente navegaba a las órdenes de Edward Smith, quien después habría de ser el primer y último capitán del Titanic. Su intuición literaria no fue suficiente para evitar su fatídico destino. Era uno de los pasajeros del trasatlántico y su nombre apareció en la lista de fallecidos.
Seis años después de que lo hubiese hecho Stead, Morgan Robertson, narró con una precisión de detalles abrumadora el naufragio que se produciría apenas catorce años más tarde. El protagonista de su novela, Futility, es un barco llamado Titán. Sus características en cuanto a tonelaje, longitud y velocidad eran sorprendentemente similares a las de la embarcación real. También era llamativa la similitud en el número de pasajeros: 2.227 en el Titanic y 2.177 en el Titán. Los parecidos no acababan aquí. En su viaje inaugural, el Titán también zarpaba de Southampton un día del mes de abril y se hundía a a los cinco días tras colisionar con un iceberg a 400 millas de Terranova, 200 millas menos que el auténtico. Para finalizar con este cúmulo de coincidencias, el número de supervivientes variaba apenas en cien personas. La exactitud de los datos que ofreció en su libro es tal que multitud de investigadores concluyeron que Robertson, al que se atribuían facultades paranormales, se adelantó a los hechos reales estando en trance.
La maldición de la momia
Entre los pasajeros del Titanic había uno muy especial: una momia egipcia que iba a ser exhibida en el Museo de Ciencias Naturales de Edmonton, Canadá. No era una momia cualquiera, se trataba de Nafterut, reina de la XII dinastía. Su tumba había sido abierta una década antes y posteriormente había sido trasladada al Museo Británico de Londres, donde permaneció hasta ser adquirida por el museo canadiense. Lo que pocos sabían es que en la entrada de su tumba había una inscripción que decía: «Maldito será quien profane esta entrada, pisadas de dolor para quien mueva mi cuerpo, en el abismo desaparecerá quien perturbe mi descanso. Nafterut reina descansará en los dominios de Ajdut». Sorprende saber que la palabra original de la inscripción, que fue traducida como «abismo», significaba también en egipcio «fondo del mar». ¿Fue su maldición la que hundió el Titanic? Quién sabe, ya sea la casualidad o el simple destino, lo cierto es que el naufragio de ese mítico barco dejó tras de sí una larga lista de preguntas sin respuesta y un fondo marino lleno de tesoros y víctimas, entre ellas, una momia.
(Tomado de La Voz de Galicia)