La exposición reúne varias piezas que llevaban guardadas veinte años y más en los fondos museísticos. Muchas de ellas nunca se habían expuesto en Rusia. En Suecia, en Alemania y en otros países sí se habían podido ver, pero no en Rusia. La pregunta es: ¿por qué?
“Existían ciertos cánones para la imagen de los líderes. Las obras que no se correspondían con éstos eran rechazadas desde las altas esferas”, dice una de las responsables de la exposición, la historiadora Liubov Lushina. “A Stalin, por ejemplo, siempre lo representaban con una mirada directa que irradiaba seguridad y tranquilidad”. La apariencia real de Stalin, de baja estatura, con el rostro picado de viruela, no inspiraba el debido respeto.
Las auténticas biografías de los líderes no eran tan heroicas como les habría gustado. Este es el motivo de que muchos de esos objetos no se mostrasen antes: las tarjetas con números y dibujos infantiles con los que la mujer de Lenin, Krúpskaia, le enseñaba a leer y a contar de nuevo después de sufrir el infarto; la estampa de una muchacha alimentando a un corderito con una pequeña botella de leche que Stalin recortó de Ogoniok, su revista soviética preferida. Estas cosas no convenían, no se ajustaban con la imagen cultivada de heroísmo. El pueblo tenía que verlos como iconos. Los iconos de la nueva religión inventada por el poder soviético.
La nueva religión
Los bolcheviques lucharon encarnizadamente contra la fe ortodoxa. Presentían en ella una competidora. Derrumbaron templos, represaliaron a sacerdotes. Pero “a rey muerto, rey puesto”, como se suele decir. Prohibiendo los iconos y la cruz, era necesario colocar en su lugar a los nuevos símbolos soviéticos. La estrella roja de cinco puntas se convirtió en la nueva 'cruz', mientras que los nuevos iconos fueron Lenin y Stalin.
A los padres de la iglesia los representaban con un libro: el libro cerrado significaba el sacramento y el libro abierto, el camino a la verdad. En un cartel preparado para el 70º aniversario de Stalin, éste aparecía retratado con un libro abierto en la mano izquierda, ya que Stalin era “la antorcha del comunismo”. Y entre los regalos a Stalin había incluso un iconostasio portátil (skladen), con una imagen de seis etapas vitales diferentes del líder.
A Lenin, en la religión soviética, se le asignó el papel de santo: se le atribuía inmortalidad (“Lenin vivirá para siempre”, proclamaba una consigna popular) y sus restos, conservados en el mausoleo, se tenían por incorruptibles (a su cuidado destinaron un laboratorio entero). Como los santos, a Lenin (a diferencia de Stalin) nunca lo representaron sonriente. Probablemente por este motivo se prohibió que se exhibiera el busto de madera de Lenin en que se le representa riendo a carcajadas, el cual se puede ver también en esta exhibición.
Maletín de piel de cocodrilo enviado desde Brasil. Fuente: Olesya Kurpaeva / RG
Lenin y Stalin, figuras internacionales
A Lenin le enviaban regalos de todos los rincones del mundo, desde el Japón (un Lenin de madera con los pómulos salientes y los ojos rasgados, imposible distinguirlo de un japonés) hasta Madagascar (un negro con los rasgos africanos).
Hay incluso un busto confeccionado por Clare Sheridan, sobrina de Winston Churchill. Este busto, por cierto, también estuvo prohibido, pues le salió un Lenin “demasiado naturalista”. También está tallada en marfil de morsa la leyenda chukchi sobre el bogatyr (héroe de la épica rusa) Lenin, así como retratos hechos a base de mil granos, de plumas de pájaros, de lana de potro, de pelusa de álamo, de alambre, de ámbar, de azúcar y de abalorios. Hay incluso un retrato compuesto a partir de textos con citas del líder: lo creó un preso que cumplía una condena por falsificar dinero. Sí, era falsificador, pero respetaba a Lenin. O quizá tenga una explicación más prosaica: por semejante acto ideológico podían haberlo liberado antes de tiempo.
Llegaban tantos regalos para Stalin que, en 1949, para el 70º aniversario del líder, fueron expuestos en tres museos enteros. Regalos de Italia, Francia, Alemania, Argentina. Magníficas serigrafías enviadas por Mao (Stalin las colgó en el recibidor de su dacha). Una cartera de piel hecha con un cocodrilo brasileño entero. Una colección de pipas raras.
Por cierto, la pipa de Stalin también es un mito. “Stalin, en privado, fumaba cigarrillos”, afirma Lushina. “Utilizaba la pipa para hacer largas pausas durante las negociaciones y las sesiones. Además, con ella tenía un aspecto imponente”.
El propio Stalin no visitó las exposiciones con los regalos que le habían hecho. Probablemente el Stalin real no hubiese podido causar mejor impresión que el Stalin inventado, cuyos retratos colgaban en todas las paredes. Sin embargo, él estimuló esta mentira ajustada ideológicamente.
Una vez, mientras asistía a una exposición consagrada al 15º aniversario del Ejército Rojo, Stalin se detuvo ante un cuadro en que él aparecía representado pasando revista en un desfile de caballería de 1919. “Quien, si no Stalin, iba a saber que no estuvo presente en esa revista”, dice Liubov Lushina. “Pero al ver el cuadro sonrió y mientras paseaba por la exposición aún volvió al cuadro más de una vez para admirarlo”.
"Las seis edades e Iósif Stalin", plata, Georgia. Fuente: Olesya Kurpaeva / RG
Los visitantes de la exposición
“El genio de Lenin será reivindicado aún más de una vez”.
“Los actuales habitantes del Kremlin no son nada en comparación con los grandes Lenin y Stalin”.
Son frases de visitantes de la exposición que han dejado plasmadas en el libro de visitas.
“Nosotros, la nueva generación de marxistas-leninistas, expresamos nuestro agradecimiento al museo. Sus esfuerzos nos inspiran a continuar cumpliendo los preceptos de Lenin. Por ahora somos pocos, pero nuestros corazones están calientes y la razón ansía conocimiento”, escribieron algunos jóvenes comunistas. Por lo visto, los mitos siguen funcionando. Y atraen a personas de lo más variopintas. Asistió a la exposición el propio Lenin que se miró a sí mismo en los retratos. Pasó a echar un vistazo después de trabajar como doble de Ilich. Se dedica a posar para los turistas cerca de allí, en la Plaza Roja.
Exposición “El mito del querido líder” (hasta el 13 de enero de 2015). Museo Estatal de Historia, Plaza de la Revolución 2/3, Moscú. Audioguías disponibles en lenguas extranjeras.