Que vivimos en una sociedad machista y que nos hemos acostumbrado a ello, no es novedad. Las campañas por la igualdad de género y la no violencia contra la mujer se extienden por todos los continentes y llegan a Cuba. A lo largo del mundo, las mujeres luchan por obtener un mayor reconocimiento en la sociedad, traducido en posibilidades reales de tomar decisiones u ocupar cargos relevantes para el desarrollo de sus países.
Sin embargo, aún nos asombramos al ver a una mujer conduciendo un ómnibus de transporte público o en otros puestos de trabajo en los cuales, convencionalmente, siempre han estado sus esposos. Si bien es cierto que la sociedad mantiene tabúes al respecto, algunas cosas comienzan a cambiar. Según datos del último censo de población y vivienda, las mujeres cubanas son cabeza de familia en el 44,9 % de los hogares, constituyendo así el principal sostén.
Igualmente el 66 % de los profesionales y técnicos en nuestro país son féminas, lo cual deriva de que el 63 % de los estudiantes universitarios corresponden a ese género. ¿Qué significa esto? Sobre todo, que gran parte de los principales sectores de la sociedad cubana se rigen por los conocimientos y las decisiones tomadas por mujeres.
Casi la mitad de los diputados nacionales, por ejemplo, son mujeres, mientras que a nivel mundial ellas ocupan solo el 20,3 % de los cargos parlamentarios, según un informe que la agencia española EFE publicara el pasado año. En ese sentido, Cuba se ubica tercera en el mundo.
Pudiéramos estar hablando de cuestiones étnicas o culturales, razones por las cuales las mujeres en América Latina, en Cuba, tienen mayores oportunidades de crecer profesionalmente e influir en su sociedad. Pero no se trata tan solo de esto. Se trata de priorizar, a la par del desarrollo de un país, la integración y la participación de sus mujeres en cuestiones importantes para el mismo.
Seis mujeres gobernantes en nuestro continente pudieran dar la imagen de avances en cuanto a respetar los derechos de género, pero aún 13 países latinoamericanos tienen leyes de cuotas que limitan el número permisible de mujeres en los cargos públicos.
Cuba, sin duda alguna, posee mayores resultados en ese aspecto. Desde los primeros años de la Revolución, el gobierno asumió la prioridad de brindarles a sus mujeres la atención y el lugar que merecían en la sociedad. De ahí que la presencia de las féminas en los principales sectores aumente cada vez más, o que contemos con toda una organización (la Federación de Mujeres Cubanas) cuya labor comunitaria, internacionalista, entre otras líneas de trabajo, está orientada precisamente a hacer valer los derechos de las mujeres.
La lucha por aumentar la participación de las mujeres en los cargos públicos e institucionales decisorios no puede dejar de ser un tema obligado e importantísimo dentro de las agendas de cada una de las naciones. Al fin y al cabo, como dijera José Martí “sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz”.