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General: CARLOS MARX ... A 196 AÑOS DE SU NACIMIENTO
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De: Ruben1919 (Mensagem original) |
Enviado: 06/05/2014 00:54 |
Hace 196 años nació en Tréveris el autor de El capital
La idea de revolución social alcanzó su realización histórica con la obra de Carlos Marx
El análisis de la obra de Carlos Marx y su aporte a la comprensión en torno al modo en que evoluciona y se transforma toda sociedad, desde las formaciones nómadas hasta la sociedad industrial, responde a un método de estudio que exige mucho rigor científico
El 5 de mayo de 1818 nació en la ciudad de Tréveris, Carlos Marx, a quien puede reconocerse su condición como el pensador social y filósofo más influyente de todos los tiempos.
Efectivamente, la repercusión de la obra de Marx sobre el pensamiento y la acción política de los intelectuales y líderes de los últimos ciento cincuenta años, sobrepasa el legado de cualquier otro teórico o filósofo de la política.
LA IDEA DE CAMBIO SOCIAL
El análisis de la obra de Carlos Marx y su aporte a la comprensión en torno al modo en que evoluciona y se transforma toda sociedad, desde las formaciones nómadas hasta la sociedad industrial, responde a un método de estudio que exige mucho rigor científico.
En primer lugar Marx parte de la idea de que toda sociedad se encuentra en ebullición, en un movimiento continuo en medio del cual los grandes compartimientos de dicha sociedad, las clases sociales, chocan continuamente y dicho movimiento no se produce de modo silvestre, sino tiene unas leyes que se desarrollan a partir del estrado o formación histórico-económica en que se encuentra dicha sociedad.
EL GENIO Y LA POLÉMICA
Para referirse a la estatura intelectual de Marx, su gran amigo, Federico Engels, señalaba que “frente a Marx, todos éramos el segundo violín; él era un genio, los demás a lo sumo, hombres de talento”.
Una obra que, en el plano teórico contiene tanta riqueza de posibilidades y sugerencias para proseguir líneas de investigación como la renta del suelo, organización de la comuna, la acumulación originaria en países periféricos, la plusvalía internacional, filosofía de la praxis, la superación del divorcio entre trabajo manual e intelectual y la clase trabajadora, como fuerza revolucionaria por excelencia, debía provocar, como en efecto lo hizo, la reacción más virulenta por parte de los sectores privilegiados de la sociedad.
Campañas de descalificación contra el gran pensador no han cejado desde los días en que escribió su célebre frase “Un fantasma recorre el mundo” en 1848. A lo largo del siglo veinte, académicos de elevado prestigio en círculos de la derecha escribieron algunos de sus libros más reconocidos, para despotricar del pensamiento de Marx.
AUTORES EN LA LIZA
Karl Popper produjo su voluminosa reflexión “La sociedad abierta y sus enemigos”, como ataque frontal al pensamiento de Marx por tacharlo de ser heredero dela sociedad cerrada que planteaba el filósofo Platón en su proyecto de reorganización de la sociedad desconociendo, Popper, el rigor de Marx a ofrecer su explicación mediante el método de la dialéctica, la transición entre los estadios de desarrollo social y el paso de modo de producción a otro, así la idea de libertad en Marx, preve la superación del reino de la necesidad, propio de la sociedad de clases, para el ejercicio de la libertad por los seres humanos.
Otros autores, como Ludwig Von Misses publicó “El socialismo”, compendio de dogmas neoliberales mediante los cuales se justifica el despojo de las atribuciones del Estado como garante de la base social de la libertad, para otorgarla al mercado y las grandes corporaciones. Otro tanto es el discurso de Raymond Aron en el marco de la Guerra Fría intelectual.
En todo caso, el resurgimiento del pensamiento socialista en estas primeras décadas del siglo XXI a lo largo del planeta, reivindica el portentoso esfuerzo adelantado por el autor de los Grundrisse y la Crítica a la Economía Política dirigido a mostrar una luz en el túnel de la apatía, el apoliticismo y la desolación inoculados por los aparatos académicos del gran capital como valores de resignación ante el orden civilizatorio de deshumanización y ganancia.
En la latitud nuestro-americana del debate de ideas, y a propósito de la instauración del Premio Libertador del Pensamiento Crítico, autores como Iztván Mezsáros, Enrique Dussel, Atilio Borón, Jorge Veraza e Ignacio Ramonet entre otros, con sus reflexiones, contribuyen a desentrañar nudos temáticos dentro de una visión crítica frente a un modelo de modernidad que remachó la división internacional del trabajo.
MARX Y BOLÍVAR
Un gran hombre lo es porque lega a la humanidad singulares aportes en su campo de conocimiento, verbigracia Luis Pasteur, Roberto Koch o Albert Einstein; y su grandeza no les libra de incurrir en alguna inconsistencia, sea en su especialidad o puntos de la vida personal. En tal sentido, la grandeza de Marx no logró superar su apreciación de 1858 acerca de la figura del Libertador Simón Bolívar, a quien pinta en artículo de 1858 como personaje caprichoso, arbitrario y poco menos que cobarde, sin hallarle ningún mérito acaso algo de suerte. Y ello debido a las lecturas que hizo en Londres de las memorias redactadas por Doucontrey-Holstain, Boussingalt y otros ex-legionarios resentidos por las exigencias de disciplina de los ejércitos patriotas entre 1817 y 1824.
Marx y Bolívar representan dos colosos del proceso de transformación de la historia. Téngase en cuenta que el Bolívar abolicionista de Carúpano y Ocumare, tras regresar de Haití en 1816, el mismo que redactaría artículos para abolir la esclavitud en Angostura en 1819 y en la Constitución de Bolivia en 1826, se adelantó al menos en 46 años al presidente Abraham Lincoln, quien pudo eliminar la esclavitud en Estados Unidos en 1864, con el término de la Guerra de Secesión. Y Marx fue profundo admirador de Lincoln, como lo testimonian epístolas que le enviara en apoyo a su rol histórico encabezando las fuerzas norteñas, frente a los estados esclavistas del Sur en Norteamérica.
De haber hurgado otras fuentes menos antibolivarianas, Marx no hubiese obtenido otra conclusión que reconocer en Bolívar un paladín de los pueblos oprimidos, mucho más adelantado que Abraham Lincoln.
LLEVÓ LUZ A DONDE HABÍA TINIEBLAS
“Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza idológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo (…) Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores… habían vagado en las tinieblas.
*Federico Engels, ante la tumba de Marx, 23 de marzo de 1883
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Las ideas de Carlos Marx
Written by Alan Woods Wednesday, 30 October 2013 10:00
En este artículo, Alan Woods trata los aspectos más relevantes del marxismo y lo relaciona con los problemas más candentes y acuciantes a los que se enfrentan los trabajadores, la juventud, y las capas populares oprimidas de la sociedad. Alan subraya la actualidad, hoy más que nunca, del pensamiento marxista y de la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
Han pasado 130 años desde la muerte de Carlos Marx. Pero, ¿por qué debemos conmemorar a un hombre que murió en 1883? A principios de 1960, el entonces primer ministro laborista Harold Wilson declaró que no hay que buscar soluciones en el cementerio de Highgate (donde se encuentra enterrado Carlos Marx) ¿Y quién puede estar en desacuerdo con eso? En el cementerio antes mencionado sólo se puede encontrar viejos huesos y polvo, y un monumento de piedra bastante feo.
Sin embargo, cuando hablamos de la importancia de Carlos Marx hoy, no nos referimos a los cementerios, sino a las ideas: ideas que han resistido la prueba del tiempo y que ahora han emergido triunfantes, como incluso algunos de los enemigos del marxismo se han visto obligados a aceptar a regañadientes. El colapso económico del 2008 demostró quién estaba anticuado, y ciertamente no era Carlos Marx.
Durante décadas, los economistas no se cansaban de repetir que las predicciones de una depresión económica de Marx eran totalmente obsoletas. Se suponía que eran ideas del siglo XIX, y aquellos que las defendían fueron tachados de dogmáticos incurables. Pero ahora resulta que son las ideas de los defensores del capitalismo las que deben ser relegadas al basurero de la historia, mientras que Marx ha sido completamente vindicado.
No hace mucho tiempo, Gordon Brown proclamó confiadamente "el fin del ciclo económico de auge y recesión". Después de la crisis de 2008 se vio obligado a comerse sus propias palabras. La crisis del euro muestra que la burguesía no tiene idea de cómo resolver los problemas de Grecia, España e Italia, que a su vez ponen en peligro el futuro de la moneda común europea, e incluso de la propia Unión Europea. Esto puede fácilmente ser el catalizador de una nuevo recesión a escala mundial, que será aún más profunda que la crisis de 2008.
Incluso algunos economistas burgueses se ven obligados a aceptar lo que se está volviendo cada vez más evidente: que el capitalismo contiene en sí las semillas de su propia destrucción; que es un sistema anárquico y caótico caracterizado por crisis periódicas que destruye el empleo y provoca inestabilidad social y política.
La cuestión con la crisis actual es que se supone que no tenía que haber sucedido. Hasta hace poco la mayoría de los economistas burgueses creían que el mercado, si se lo dejaba a su libre albedrío, era capaz de resolver todos los problemas, equilibrando mágicamente la oferta y la demanda (la "hipótesis del mercado eficiente"), de modo que nunca podría haber una repetición de la crisis de 1929 y de la Gran Depresión.
La predicción de Marx de una crisis de sobreproducción había sido relegada al basurero de la historia. Los que todavía se adherían a la visión de Marx de que el sistema capitalista estaba desgarrado por contradicciones insolubles y contenía dentro de sí las semillas de su propia destrucción eran vistos como simples chiflados. ¿No había demostrado la caída de la Unión Soviética finalmente el fracaso del comunismo? ¿No había terminado la historia con el triunfo del capitalismo como el único sistema socio-económico posible?
Pero en el espacio de 20 años (no mucho tiempo en los anales de la sociedad humana) la rueda de la historia ha girado 180 grados. Ahora los antiguos críticos de Marx y del marxismo están cantando una canción muy diferente. De repente, las teorías económicas de Carlos Marx se están tomando muy en serio. Un número creciente de economistas está estudiando detenidamente las páginas de los escritos de Marx, con la esperanza de encontrar una explicación a lo que ha ido mal.
Pensándolo mejor
En julio de 2009, tras el comienzo de la recesión, The Economist realizó un seminario en Londres para discutir la cuestión: ¿Qué pasa con la economía? Esto puso de manifiesto que para un número cada vez mayor de economistas la teoría convencional no tiene ninguna relevancia. Paul Krugman, galardonado con el Premio Nobel de Economía, hizo una admisión sorprendente: "En los últimos 30 años el desarrollo de la teoría macroeconómica ha sido espectacularmente inútil en el mejor de los casos y, en el peor, extremadamente perjudicial". Este juicio es un epitafio adecuado para las teorías de la economía burguesa.
Ahora que los acontecimientos han devuelto un poco de sentido común a la cabeza de, al menos, algunos pensadores burgueses, estamos viendo todo tipo de artículos que, a regañadientes, reconocen que Marx tenía razón después de todo. Incluso el periódico oficial del Vaticano, L'Osservatore Romano, publicó un artículo en 2009 alabando el diagnóstico de Marx acerca de la desigualdad de los ingresos, lo cual es una aprobación del hombre que declaró que la religión es el opio del pueblo. El Capital es ahora un superventas en Alemania. En Japón se ha publicado en una versión manga (un formato de cómic típico japonés).
George Magnus, analista económico principal en el banco UBS, escribió un artículo con el intrigante título: Demos a Carlos Marx la oportunidad de salvar la economía mundial. Con sede en Suiza, el UBS es uno de los pilares del sistema financiero, con oficinas en más de 50 países y con más de 2 billones de dólares en activos. Sin embargo, en un ensayo para Bloomberg View, Magnus escribió que "la economía global de hoy tiene algún asombroso parecido con lo que Marx previó".
En su artículo, comienza con la descripción de los responsables políticos "que luchan por comprender la avalancha de pánico financiero, las protestas y otros males que aquejan al mundo" y sugiere que harían bien estudiando la obra de "un economista muerto hace mucho tiempo, Carlos Marx".
"Consideremos, por ejemplo, la predicción de Marx de cómo se manifestaría el conflicto inherente entre el capital y el trabajo. Como escribió en El Capital, la búsqueda de beneficios y productividad de las empresas las llevaría naturalmente a necesitar cada vez menos trabajadores, creando un "ejército industrial de reserva" de pobres y desempleados: 'La acumulación de riqueza en un polo es, por tanto, al mismo tiempo acumulación de miseria en el otro'".
Y continúa: "El proceso que él [Marx] describe es visible en todo el mundo desarrollado, particularmente en los esfuerzos de las compañías estadounidenses de reducir costos y evitar la contratación de mano de obra, lo que ha aumentado las ganancias corporativas de Estados Unidos como parte de la producción económica total al nivel más alto en más de seis décadas, mientras que la tasa de desempleo se sitúa en el 9,1 por ciento y los salarios reales están estancados.
"Mientras tanto, la desigualdad de ingresos en EEUU es, según algunos cálculos, cercana a su nivel más alto desde la década de 1920. Antes de 2008, la disparidad en los ingresos estaba oscurecida por factores tales como el crédito fácil, que permitió a los hogares pobres disfrutar de un estilo de vida más próspero. Ahora el problema ha vuelto a resurgir con toda su fuerza".
The Wall Street Journal realizó una entrevista al conocido economista Dr. Nouriel Roubini, conocido por sus colegas economistas como el "Dr. Doom" (Dr. Catástrofe) por su predicción de la crisis financiera de 2008. Hay un video de esta insólita entrevista, que merece ser estudiado cuidadosamente, ya que muestra el pensamiento de los estrategas más clarividentes del Capital.
Roubini afirma que la cadena del crédito se ha roto, y que el capitalismo ha entrado en un círculo vicioso en el que el exceso de capacidad (sobreproducción), la caída de la demanda de los consumidores, los altos niveles de deuda, etc., engendran una falta de confianza de los inversores que, a su vez, se reflejará en caídas bruscas del mercado bursátil, caída de precios de los activos y un colapso de la economía real.
Al igual que todos los demás economistas, Roubini no tiene solución real a la crisis actual, excepto más inyecciones monetarias de los bancos centrales para evitar otro colapso. Sin embargo, admitió con franqueza que la política monetaria por sí sola no será suficiente, y que las empresas y los gobiernos no están ayudando. Europa y los Estados Unidos están llevando a cabo programas de austeridad para tratar de arreglar sus economías endeudadas, cuando deberían estar introduciendo un mayor estímulo monetario, dijo. Sus conclusiones no podrían ser más pesimistas: "Carlos Marx tenía razón, en algún momento el capitalismo podría destruirse a sí mismo", dijo Roubini. "Pensábamos que los mercados funcionaban. No están funcionando". (El subrayado es mío. AW.)
El fantasma del marxismo aún se cierne sobre la burguesía 130 años después de que los restos mortales de Marx fueran sepultados. Pero, ¿qué es el marxismo? Es una tarea imposible tratar adecuadamente de todos los aspectos del marxismo en el espacio de un artículo. Por lo tanto, nos limitaremos a un relato general e incompleto con la esperanza de que animará al lector a estudiar los escritos originales de Marx. Después de todo, nadie ha expuesto las ideas de Marx mejor que él mismo.
En términos generales, sus ideas se pueden dividir en tres partes distintas pero interconectadas –lo que Lenin llamó las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo–. Estas, por lo general, se conocen por los nombres de: economía marxista, materialismo dialéctico y materialismo histórico. Cada una de estas partes se encuentra en una relación dialéctica con las demás sí y no pueden entenderse de manera aislada unas de otras. Un buen lugar para comenzar a conocer el marxismo es el documento fundacional de nuestro movimiento, que fue escrito en vísperas de las revoluciones europeas de 1848. Es una de las obras más grandes e influyentes de la historia.
El Manifiesto Comunista
La inmensa mayoría de los libros escritos hace un siglo y medio no tienen hoy más que un simple interés histórico. Pero lo que más llama la atención en el Manifiesto Comunista es la manera en que prevé los fenómenos más fundamentales que en la actualidad ocupan nuestra atención a nivel mundial. Es realmente extraordinario pensar que un libro escrito en 1847 pueda presentar una imagen del mundo del siglo XXI tan vívida y verazmente. De hecho, el Manifiesto es aún más cierto hoy que cuando apareció por primera vez en 1848.
Veamos un ejemplo. En el momento en que Marx y Engels escribían, el mundo de las grandes empresas multinacionales todavía era la música de un futuro muy lejano. A pesar de esto, ellos explicaron cómo la libre empresa y la competencia conducirían inevitablemente a la concentración del capital y a la monopolización de las fuerzas productivas. Es francamente cómico leer las declaraciones de los defensores del mercado sobre la supuesta equivocación de Marx sobre este tema, cuando en realidad fue precisamente una de sus predicciones más brillantes y certeras.
Durante la década de 1980 se puso de moda decir que lo pequeño es hermoso. Este no es el lugar para entrar en una discusión sobre la estética relativa de tamaños grandes, pequeños o medianos, sobre la que todo el mundo tiene derecho a tener una opinión. Pero es un hecho absolutamente indiscutible que el proceso de concentración de capital previsto por Marx se ha producido, sigue produciéndose y, de hecho, ha llegado a niveles sin precedentes en el curso de los últimos diez años.
En los Estados Unidos, donde el proceso puede ser visto en una forma particularmente clara, las empresas del índice Fortune 500 representaban el 73,5 por ciento del total del PIB en 2010. Si estas 500 empresas formaran un país independiente, serían la segunda mayor economía del mundo, sólo superada por los propios Estados Unidos. En 2011, estas 500 empresas generaron un récord de 824.500 millones de dólares en ganancias: un salto del 16 por ciento desde 2010. A escala mundial, las 2.000 empresas más grandes suponen actualmente 32 billones de dólares en ingresos, 2,4 billones de dólares en ganancias, 138 billones de dólares en activos y 38 billones de dólares en valor de mercado, con un increíble 67 por ciento de aumento de los beneficios entre 2010 y 2011.
Cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto, no había ninguna evidencia empírica de sus afirmaciones. Por el contrario, el capitalismo de su época se basaba enteramente en las pequeñas empresas, el libre mercado y la competencia. Hoy en día, la economía de todo el mundo capitalista está dominada por un puñado de gigantescos monopolios transnacionales como Exxon y Wal Mart. Estos gigantes poseen fondos que superan con creces los presupuestos nacionales de muchos Estados. Las predicciones del Manifiesto se han hecho realidad de una forma aún más clara y completa que lo que el propio Marx jamás podría haber soñado.
Los defensores del capitalismo no pueden perdonar a Marx porque, en un momento en que el capitalismo se encontraba en la etapa de vigor juvenil, fue capaz de prever las causas de su degeneración senil. Durante décadas negaron enérgicamente su predicción del proceso inevitable de concentración del capital y el desplazamiento de las pequeñas empresas por los grandes monopolios.
El proceso de centralización y concentración de capital ha alcanzado proporciones hasta ahora inimaginables. El número de fusiones y adquisiciones ha alcanzado el carácter de epidemia en todos los países industrializados avanzados. En muchos casos, estas adquisiciones están íntimamente relacionadas con todo tipo de prácticas turbias: compra o venta de acciones en Bolsa con información privilegiada, falsificación de los precios de las acciones y otros tipos de fraude, robo y estafa, como ha revelado el escándalo de la manipulación de la tasa de interés Libor por el banco Barclays y otros grandes bancos. Esta concentración de capital no significa un crecimiento de la producción, sino todo lo contrario. En todos los casos, la intención no es la de invertir en nuevas plantas y maquinaria sino la de cerrar fábricas y oficinas y despedir a un gran número de trabajadores con el fin de aumentar los márgenes de beneficios sin aumentar la producción. Baste con mencionar la reciente fusión de dos grandes bancos suizos, que fue seguida inmediatamente por la pérdida de 13.000 puestos de trabajo.
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Globalización y desigualdad
Pasemos a la siguiente predicción importante hecha por Marx. Ya en 1847, Marx explicó que el desarrollo de un mercado global vuelve "imposible toda la estrechez y el individualismo nacional. Todos los países, incluso los más grandes y poderosos, ahora están totalmente subordinados a toda la economía mundial, que decide el destino de los pueblos y las naciones". Este brillante pronóstico teórico, mejor que cualquier otra cosa, muestra la superioridad inconmensurable del método marxista.
La globalización es generalmente considerada como un fenómeno reciente. Sin embargo, la creación de un único mercado global bajo el capitalismo fue predicha hace mucho tiempo en las páginas del Manifiesto. El dominio aplastante del mercado mundial es ahora el hecho más decisivo de nuestra época. La enorme intensificación de la división internacional del trabajo desde la Segunda Guerra Mundial ha demostrado la corrección del análisis de Marx de una manera casi de laboratorio.
A pesar de esto, se han hecho grandes esfuerzos para demostrar que Marx se equivocó al hablar de la concentración del capital y, por lo tanto, del proceso de polarización entre las clases. Esta gimnasia mental corresponde a los sueños de la burguesía para redescubrir la desaparecida edad de oro de la libre empresa, de la misma forma que un viejo decrépito anhela en su senilidad los días perdidos de su juventud.
Desafortunadamente, no hay la más mínima posibilidad de que el capitalismo recupere su vigor juvenil. Hace mucho tiempo que ha entrado en su fase final: la del capitalismo monopolista. Los días de la pequeña empresa, a pesar de la nostalgia de la burguesía, han sido relegados al pasado. En todos los países los grandes monopolios, estrechamente relacionados con la banca y enredados con el Estado burgués, dominan la vida de la sociedad. La polarización entre las clases continúa sin interrupción, y tiende a acelerarse.
Tomemos la situación en los EEUU. Las 400 familias estadounidenses más ricas tienen tanta riqueza como el 50 por ciento de la población más pobre. Los seis herederos individuales de Walmart "valen" más que el 30 por ciento más pobre de los estadounidenses puestos juntos. El 50 por ciento más pobre de los estadounidenses poseen sólo un 2,5 por ciento de la riqueza del país. El uno por ciento más rico de la población de los EEUU aumentó su participación en el ingreso nacional del 17,6 por ciento en 1978 a un sorprendente 37,1 por ciento en 2011.
Durante los últimos 30 años la brecha entre los ingresos de los ricos y los pobres se ha ido ampliando paulatinamente hasta convertirse en un profundo abismo. En el Occidente industrializado el ingreso promedio del diez por ciento más rico de la población es de aproximadamente nueve veces más que el del diez por ciento más pobre. Esa es una diferencia enorme. Y las cifras publicadas por la OCDE muestran que la disparidad que se inició en los EEUU y el Reino Unido se ha extendido a países como Dinamarca, Alemania y Suecia, que tradicionalmente han tenido una baja desigualdad.
La riqueza obscena de los banqueros es ahora un escándalo público. Pero este fenómeno no se limita al sector financiero. En muchos casos, los directores de las grandes empresas ganan 200 veces más que sus trabajadores peor pagados. Esta excesiva diferencia ya ha provocado un resentimiento creciente, que está convirtiéndose en furia derramada en las calles, en un país tras otro. La creciente tensión se refleja en las huelgas, huelgas generales, manifestaciones y disturbios. Se refleja en las elecciones mediante el voto de protesta contra los gobiernos y todos los partidos existentes, como hemos visto recientemente en las elecciones generales italianas.
Una encuesta de la revista Time mostró que el 54% tiene una opinión favorable del movimiento #Occupy, el 79% piensa que la brecha entre ricos y pobres ha crecido demasiado, el 71% piensa que los directores ejecutivos de las instituciones financieras deben ser procesados, el 68% piensa que los ricos deberían pagar más impuestos y sólo el 27% tiene una opinión favorable del movimiento Tea Party (33% desfavorable). Por supuesto, es demasiado pronto para hablar de una revolución en Estados Unidos. Pero está claro que la crisis del capitalismo está produciendo un creciente ambiente de crítica entre amplias capas de la población. Hay un fermento y un cuestionamiento del capitalismo que no estaban antes ahí.
El azote del desempleo
En el Manifiesto del Partido Comunista leemos: "He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponerle a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerlos, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad".
Las palabras de Marx y Engels citadas más arriba se han vuelto literalmente ciertas. Hay un sentimiento creciente en todos los sectores de la sociedad de que nuestras vidas están dominadas por fuerzas que escapan a nuestro control. La sociedad está presa de una punzante sensación de miedo e incertidumbre. El ambiente de inseguridad se ha generalizado prácticamente a toda la sociedad.
El tipo de desempleo masivo que estamos experimentando es mucho peor que cualquier cosa que Marx previó. Marx escribió acerca del ejército de reserva de mano de obra, es decir, de un conjunto de mano de obra que puede utilizarse para mantener bajos los salarios y actúa como una reserva cuando la economía se recupera de una caída. Pero el tipo de desempleo que ahora vemos no es el ejército de reserva del que hablaba Marx, que, desde un punto de vista capitalista, jugó un papel útil.
Este no es el tipo de desempleo cíclico del pasado con el que los trabajadores están bien familiarizados y que surgía en una recesión para desaparecer cuando la economía volvía a remontar. Es un desempleo permanente, estructural, orgánico, que no disminuye notablemente, incluso cuando hay un "boom". Es un peso muerto que actúa como un lastre colosal en la actividad productiva, un síntoma de que el sistema ha llegado a un callejón sin salida.
Una década antes de la crisis de 2008, según las Naciones Unidas, el desempleo mundial era de aproximadamente 120 millones de personas. Para el año 2009, la Organización Internacional del Trabajo puso la cifra en 198 millones, y espera que llegue a 202 millones en 2013. Sin embargo, incluso estas cifras, como todas las estadísticas oficiales de desempleo, representan una importante subestimación de la situación real. Si incluimos la enorme cantidad de hombres y mujeres que se ven obligados a trabajar en todo tipo de "trabajos" marginales, la auténtica cifra mundial de desempleo y subempleo no sería inferior a 1.000 millones.
A pesar de todos los discursos sobre la recuperación económica, el crecimiento económico en Alemania, la principal potencia económica de Europa, ha disminuido casi a cero, al igual que en Francia. En Japón la economía también está a punto de paralizarse. Aparte de la miseria y del sufrimiento causado a millones de familias, desde un punto de vista económico, representa una considerable pérdida de la producción y un derroche a una escala colosal. Contrariamente a las ilusiones de los líderes sindicales en el pasado, el desempleo masivo ha regresado y se ha extendido por todo el mundo como un cáncer que roe las entrañas de la sociedad. La crisis del capitalismo tiene sus efectos más terribles entre los jóvenes. El desempleo juvenil está disparándose en todas partes. Esta es la razón de las protestas estudiantiles masivas y disturbios en Gran Bretaña, del movimiento de los indignados en España, de la ocupación de las escuelas de Grecia y también de las revueltas en Túnez y Egipto, donde alrededor del 75% de los jóvenes está desempleado.
El número de desempleados en Europa está aumentando constantemente. La cifra para España es de casi el 27 por ciento, mientras que el desempleo juvenil se sitúa en un increíble 55 por ciento, y en Grecia no menos de 62 por ciento de los jóvenes –dos de cada tres– no tienen trabajo. Toda una generación de jóvenes está siendo sacrificada en el altar de los Beneficios. Muchos de los que buscaban la salvación en la educación superior han encontrado que esta avenida está bloqueada. En Gran Bretaña, donde la educación superior solía ser gratuita, ahora los jóvenes ven que a fin de conseguir la especialización que necesitan, van a tener que endeudarse.
En el otro extremo de la escala de edad, los trabajadores cercanos a la jubilación descubren que deben trabajar más tiempo y pagar más para obtener pensiones más bajas que condenan a muchos a la pobreza en la vejez. Para jóvenes y viejos por igual, la perspectiva a la que se enfrenta la mayoría hoy en día es una vida de inseguridad. Toda la vieja hipocresía burguesa sobre los valores de la moral y la familia se ha revelado como vacía. La epidemia de desempleo, la falta de vivienda, el endeudamiento aplastante y la desigualdad social extrema han convertido a toda una generación en parias, ha socavado la familia y ha creado una pesadilla de pobreza sistémica, desmoralización, degradación y desesperación.
Una crisis de sobreproducción
En la mitología griega había un personaje llamado Procusto que tenía la mala costumbre de cortar las piernas, la cabeza y los brazos de sus invitados para que cupieran en su cama infame. En la actualidad, el sistema capitalista se asemeja a la cama de Procusto. La burguesía está destruyendo sistemáticamente los medios de producción con el fin de hacerlos encajar en los estrechos límites del sistema capitalista. Este vandalismo económico se asemeja a una política de tala y quema a gran escala.
George Soros compara este proceso con el martillo de demolición utilizado para derribar edificios altos. Pero no son sólo edificios lo que están destruyendo, sino economías y Estados enteros. La consigna del momento es austeridad, recortes y ataques a los niveles de vida. En todos los países la burguesía plantea el mismo grito de guerra: "¡Hay que reducir el gasto público!" Todos los gobiernos del mundo capitalista, ya sean de derecha o de "izquierda" en realidad están siguiendo la misma política. Esto no es el resultado de los caprichos de políticos a título individual, de la ignorancia o de su mala fe (aunque de esto hay también bastante), sino una expresión gráfica del callejón sin salida en que se encuentra el sistema capitalista.
Esta es una expresión del hecho de que el sistema capitalista está llegando a sus límites y es incapaz de desarrollar las fuerzas productivas de la manera que lo hizo en el pasado. Como el aprendiz de brujo de Goethe, han conjurado fuerzas que no pueden controlar. Sin embargo, recortando los gastos del Estado, también merman la demanda y reducen el conjunto del mercado, justo en un momento en que incluso los economistas burgueses reconocen que existe un grave problema de sobreproducción ("sobrecapacidad") a escala mundial. Tomemos sólo un ejemplo: el del sector del automóvil. Este es fundamental, ya que involucra a muchos otros sectores como el acero, plásticos, productos químicos y electrónica.
El exceso global de capacidad de la industria del automóvil es de aproximadamente un 30 por ciento. Esto significa que Ford, General Motors, Fiat, Renault, Toyota y todos los demás podrían cerrar un tercio de sus fábricas y despedir a un tercio de sus trabajadores mañana mismo, y todavía no serían capaces de vender todos los vehículos que producen a lo que ellos consideran una tasa de beneficios aceptable. Existe una situación similar en muchos otros sectores. A menos que se resuelva este problema de exceso de capacidad, no puede haber un verdadero fin a la crisis actual.
El dilema de los capitalistas se puede expresar fácilmente. Si Europa y los EEUU no están consumiendo, China no puede producir. Si China no está produciendo al mismo ritmo que antes, países como Brasil, Argentina y Australia no pueden continuar exportando sus materias primas. El mundo entero está indisolublemente vinculado entre sí. La crisis del euro afectará a la economía de los EEUU, que se encuentra en un estado muy frágil, y lo que ocurra en los EEUU tendrá un efecto decisivo en toda la economía mundial. Así, la globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo.
Alienación
Con una visión de futuro increíble, los autores del Manifiesto previeron las condiciones que precisamente ahora está sufriendo la clase obrera en todos los países.
"La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo, equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc.".
Hoy, EEUU ocupa la misma posición que el Reino Unido ocupaba en la época de Marx: la del país capitalista más desarrollado. Por lo tanto, las tendencias generales del capitalismo se expresan ahí en su forma más clara. Durante los últimos 30 años, la remuneración de los ejecutivos en los EEUU ha aumentado en un 725%, mientras que la remuneración de los trabajadores ha aumentado en sólo un 5,7%. Estos ejecutivos ahora ganan un promedio de 244 veces más que sus empleados. El salario mínimo federal actual es de 7,25 dólares por hora. Según el Centro de Investigación de Política Económica, si el salario mínimo se hubiera mantenido a la par con el aumento de la productividad del trabajador, este hubiera llegado a 21,72 dólares en el 2012. Si se toma en cuenta la inflación, los salarios medios de los trabajadores varones estadounidenses son más bajos hoy que en 1968. El auge económico del pasado tuvo lugar en gran parte a expensas de la clase obrera.
Mientras millones se ven obligados a tener una vida miserable de inactividad forzosa, millones de personas se ven obligadas a tener dos o tres empleos, y con frecuencia trabajan 60 horas o más a la semana sin ningún pago adicional por horas extraordinarias. El 85,8 por ciento de los varones y el 66,5 por ciento de las mujeres trabajan más de 40 horas a la semana. Según la Organización Internacional del Trabajo "los estadounidenses trabajan 137 horas más al año que los trabajadores japoneses, 260 horas más al año que los trabajadores británicos y 499 horas más al año que los trabajadores franceses".
Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU (BLS), la productividad media por trabajador estadounidense ha aumentado un 400 por ciento desde 1950. En teoría, esto significa que para lograr el mismo nivel de vida un trabajador sólo tendría que trabajar una cuarta parte de la jornada laboral media en 1950, es decir, 11 horas por semana. O eso, o el nivel de vida, en teoría, debería haber aumentado en cuatro veces. Por el contrario, el nivel de vida se ha reducido drásticamente para la mayoría, mientras que el estrés relacionado con el trabajo, las lesiones y las enfermedades van en aumento. Esto se refleja en una epidemia de depresión, suicidio, divorcio, abuso infantil y conyugal, tiroteos masivos y otros males sociales.
La misma situación existe en Gran Bretaña, donde bajo el gobierno de Thatcher se destruyeron 2,5 millones de empleos en la industria y, no obstante, se ha mantenido el mismo nivel de producción que en 1979. Esto se ha logrado, no a través de la introducción de nueva maquinaria, sino a través de la sobre-explotación de los trabajadores británicos. En 1995, Kenneth Calman, Director General de Salud, advirtió que "la pérdida del empleo de por vida ha desatado una epidemia de enfermedades relacionadas con el estrés".
La lucha de clases
Marx y Engels explicaron en el Manifiesto Comunista que un factor constante en toda la historia es que el desarrollo social se lleva a cabo a través de la lucha de clases. Bajo el capitalismo, esto se ha simplificado en gran medida con la polarización de la sociedad en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. El enorme desarrollo de la industria y de la tecnología en los últimos 200 años ha llevado al aumento de la concentración del poder económico en unas pocas manos.
"Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases", dice el Manifiesto en una de sus frases más célebres. Durante mucho tiempo, a muchos les parecía que esta idea era anticuada. En el largo período de expansión capitalista que siguió a la Segunda Guerra Mundial, con pleno empleo en las economías industriales avanzadas, con el aumento de los niveles de vida y las reformas (¿recordáis el Estado del Bienestar?), la lucha de clases, efectivamente, parecía ser una cosa del pasado.
Marx predijo que el desarrollo del capitalismo conduciría inexorablemente a la concentración del capital, una inmensa acumulación de riqueza por un lado, y una inmensa acumulación de pobreza, miseria y trabajo insoportable en el otro extremo del espectro social. Durante décadas, esta idea fue desmentida por los economistas burgueses y los sociólogos de universidad que insistieron en que la sociedad se estaba volviendo cada vez más igualitaria y que todo el mundo se estaba convirtiendo en clase media. Ahora todas estas ilusiones se han disipado.
El argumento, tan querido por los sociólogos burgueses, de que la clase obrera ha dejado de existir ha caído por su propio peso. En el último período se han proletarizado capas importantes de la población activa que antes se consideraban de clase media. Los maestros, los funcionarios públicos, los empleados de la banca y otros han sido empujados a las filas de la clase obrera y del movimiento obrero, donde constituyen algunos de los sectores más militantes.
Los viejos argumentos de que todo el mundo puede prosperar y todos somos de clase media han sido falsificados por los acontecimientos. En los últimos 20 o 30 años, en Gran Bretaña, EEUU y muchos otros países desarrollados ha estado sucediendo lo contrario. La clase media solía pensar que la vida se desarrollaba en una progresión ordenada de etapas en las que cada una es un paso adelante respecto a la anterior. Eso ya no es el caso.
La seguridad del empleo ha dejado de existir, los oficios y profesiones del pasado han desaparecido en gran medida y carreras para toda la vida son apenas recuerdos. Toda esperanza de avanzar ha sido eliminada y para la mayoría de la gente una vida de clase media ya no es ni siquiera una aspiración. Una minoría decreciente puede contar con una pensión que les permita vivir cómodamente, y pocos tienen un ahorro significativo. Más y más gente vive del día a día, con poca idea de lo que le espera en el futuro.
Si la gente tiene alguna riqueza, está en sus casas, pero con la contracción de la economía los precios de la vivienda han caído en muchos países y podrían estar estancados durante años. La idea de una democracia de propietarios ha sido desenmascarada como un espejismo. Lejos de ser una ventaja para ayudar a financiar una jubilación cómoda, poseer una vivienda se ha convertido en una pesada carga. Las hipotecas deben pagarse, se tenga trabajo o no. Muchos están atrapados en con un patrimonio neto negativo, con enormes deudas que nunca podrán pagar. Hay una generación cada vez más numerosa que sólo puede ser descrita como esclava de la deuda.
Esta es una condena devastadora del sistema capitalista. Sin embargo, este proceso de proletarización significa que las reservas sociales de la reacción se han reducido considerablemente porque una gran parte de los trabajadores de cuello blanco se acerca a la clase obrera tradicional. En las movilizaciones masivas recientes, sectores que en el pasado nunca hubieran soñado con ir a la huelga o incluso entrar en un sindicato, tales como los maestros y los funcionarios públicos, se encontraban en la primera línea de la lucha de clases. |
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